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Temiendo los viernes

Todas las semanas lo mismo. Llega el viernes por la mañana y todo twitter y la mensajería instantánea están llenos de gente diciendo ‘¡Por fin es viernes!‘ y haciendo planes para el fin de semana. Bendit@s ell@s. Cuando llegan los viernes, no todos compartimos ese sentimiento.

La semana empieza el lunes, normalmente. Para algunos, empieza el domingo sobre las 17h30, hora a la que empezamos a organizar. Un modo de organización un poco extraño. Cambiamos el chip de nuestra cabeza, y pensamos en que tenemos muchas cartas. Cada cosa que tenemos que hacer es una carta, y las vamos organizando en barajas. Cada semana, una baraja. Hay semanas con barajas de 40 cartas, y hay semanas con barajas de 52. Alguna vez también se cuelan comodines, y a veces incluso jugamos con dos barajas. Son semanas en las que, cuando llega el viernes y son las 12 de la mañana, la frase que más puede deprimirnos es la que todos gritan con ilusión.

castillo_naipesNo hay que hacer mucha especulación acerca de cómo funciona esto. El lunes por la mañana cogemos nuestra baraja de la semana y la organizamos, en forma de un bonito castillo de naipes. Sabemos que los naipes que están más arriba en el castillo son más fáciles de retirar, por lo que el lunes, a media mañana, nuestra sonrisa normalmente llega de oreja a oreja: el trabajo va a buen ritmo, y se ve cómo el castillo va bajando.

480229809_06dadbfbc1Pero no todo es tan fácil. A medida que avanza la semana, irremediablemente se van añadiendo cartas al castillo. Con suerte, al mismo ritmo que se van quitando. Cuando no hay suerte, a un ritmo mayor, que hace crecer el castillo. Y otras veces, sobre todo cuando hay brown dispatching por parte de otros proveedores que no quieren/saben/pueden hacer su trabajo, se forman nuevos pequeños castillos a su alrededor.

Aún con todo esto, el castillo sigue siendo demasiado simple. Hay que agregarle, por supuesto, todos nuestros factores de VidaReal™. Es inevitable que te pongan una reunión sorpresa (o dos) que te vayan a llevar toda la tarde y te hagan terminar a las mil de la noche. O que un viaje, programado semanas antes, se anule dos días antes de salir porque tus acompañantes no tienen ganas de ir. O que al mundo en general le entre ese sentimiento funcionario que hace que nada funcione (¡je!, qué ironía) como debe desde el 15 de julio al 1 de septiembre.

Todas estas cosas, a medida que avanza la semana, son las que se convierten en esas corrientes de aire (por mucho que te hayas asegurado de tener bien cerradas las ventanas) o en esos manotazos involuntarios (sí, justo como en la VidaReal™) que hacen que caigan trozos completos que hay que volver a montar.

Al final, siempre hay un trigger que te hace darte cuenta de que has caído en la rutina. En mi caso, fue el momento en que, después de dos semanas sin salir de casa, el visionado de Perdidos se programó para la tarde en que tenía que salir, en el momento en que salía. En vez del mosqueo que procedía por la situación, fue una liberación: el castillo de Perdidos se desmontó, la baraja se guardó en su funda, y ésta se guardó a su vez en el cajón marcado como ‘para algún futuro u otra realidad paralela‘. A la vez, seguí desmontando castillos, guardándolos en sus fundas, y metiendo éstas en el cajón de ‘para después del verano‘.

Desde esta decisión han crecido más castillos, de los ineludibles. Son esos que, cuando llegan los viernes, te hacen tener un sentimiento de angustia, que el sábado se convierte en estrés, y el domingo, con la nueva programación, hace subir hasta el estómago un pequeño sentimiento de desesperación.

Muchos genios eran (y son) Ásperger. Einstein, Newton, Tim Burton, Gates, Spielberg… Con ellos lo único que comparto es que, si no se me saca de una rutina, funciono mejor. Por eso, estoy deseando que llegue el día 1. Irme de campamento, con 13 días perfectamente estructurados, donde hasta los imprevistos están programados. Porque, ahora mismo, las mejores vacaciones son escapar del caos.

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