Bi0[x]iD's WaY oF LiFe

Un blog a 60 pulsaciones por minuto


  • Crónicas de un día de monotonía

    Estoy terminando el día, y lo que suena en Los 40 Gotikales es un grupo llamado Melotron. Suenan bien, la verdad.

    Esta mañana no he ido a la facultad. Anoche me quedé estudiando (¡sorpresa!) hasta cerca de las cinco de la mañana, y esta mañana pasé del despertador. Así que ha sido levantarme, seguir estudiando un rato, y comer. Mientras arreglaba nosequé cosa por ahí y veía los nuevos fragmentos extraños de chandalismo. De verdad, qué fácil sería hacer un blog de referencias a referencias de referencias de la blogosfera…

    Pero el día ha sido importante porque ha sido la vuelta real a la rutina. Coger la bici, y tirar para el colegio (y darte cuenta de que el día anterior te tiraste como dos horas encima de la bici, y que te duele el culo). Ver a Damián de nuevo, deseando irse ya. Jugar un rato con los enanos y contar los reyes, y p’afuera. Por ser el primer día, sabíamos lo que había. Los padres iban a tardar más de lo normal, porque iban a estar más hartos que nunca de sus niños. Y no nos equivocamos.
    La madre de Juan llegó apuradísima a y cuarto. «Perdona, pero es que me he recostado un poquito, y me he quedado dormida. Vengo corriendo y con un apuro…». Suele llegar a su hora, pero también se suele quedar con nosotros porque sus niños se quedan corriendo por ahí por el patio con los rezagados. Y sabe que nos pagan estrictamente nuestra hora de clase, nada más. Y si hay que esperar… pues es lo que hay. Carita de perro apaleado de los padres, y se acabó.
    Hoy ha sido especialmente especial. Tenemos unos hermanos (también uno de cada) a los que suelen recoger tarde. Una paliza de niños. Y el abuelo viene a recogerlos casi siempre.
    Aurora tenía prisa, y la despedí. Le dije que me quedaba yo esperando a los que quedaban. Y el abuelo de la parejita llegó cerca de y media. Llegó, y lo de siempre:
    – Vámonos.
    – No queremos.
    – Pues me voy.
    Coge camino de la puerta, y mi cara y la de María se descomponen poco a poco. Pensamientos cruzados (¡vuelve!) y momento de ir a tirarse a por él y a por los niños para que se vayan. Todos los días la misma historia… solo que hay días que el señor abuelo ha dicho que se iba, y se ha ido volviendo al cuarto de hora o a la media hora. Mientras nosotros le esperábamos…

    Ya que estábamos, me quedé esperando a que salieran. Era media horita más, y total… María la semana que viene cambia de colegio (está de prácticas), y a Jesús (el de baloncesto) hacía mucho que no lo veía y tenía ganas de charlar con él. Así que partido con sus niños, y con esguince incluido. Y… Muy triste. Jesús y uno de sus alumnos (un moco de 10 años) contra María, otros 5 moquitos, y yo. 3-0 aplastante. Qué manera de barrernos…

    Después, caminito a casa charla que te charla, y postrarte delante del ordenador para seguir la Keynote de la MacWorldExpo.
    Tres cosas interesantes para mí:

    1. El cablecito magnético. Creo que ha aparecido en los sueños de todo informático, y ahora estamos maldiciéndonos por no haberlo patentado. Total, si hasta un chaval es capaz de montar una página en internet y vender a dólar el pixel, o de vender su virginidad en ebay… nosotros somos mu tontos.
    El cablecito estupendo. Pero a mí me jode absolutamente. Si bien ya he aprendido a convivir con el ibook y sé que no puedo dormir encima de él ni abrazarlo porque se me quedaría pegadito al pecho (y no, no tiene tanta fuerza como para hacer la fiesta de la sangre con él), con el nuevo tendría problemas…

    2. iMac nuevo (que ya no se llama G5). El doble de basto (sí, con b). Dos micros Dual Core (se lo he dicho a Tripi y me ha dicho como que: tu y tus palabras compuestas jejejeej // (snifeando con vientos de agua) (el pobre se ralla con estas cosas)).

    3. MacBook Pro. El cuádruple de basto. Vamos a ver, mortales. ¿Quién necesita eso, hombrepordios? Éste no es sólo basto. Éste es una berracada.

    Conclusión: creí que me iban a poner los dientes largos, y estoy infinitamente feliz con mi ibook 12» blanco (no me gusta el diseño nuevo de los MacBook). Y me sobra con él para lo que yo hago.
    Mucha más informática de consumo. Mucha más oferta, más catálogo. Y ya sabemos que no hay próximo ibook G5 porque no son capaces de integrarlos. Habrá que ver qué sacan. Y habrá que ver si cambio de trabajo para necesitar algo más potente que el bicho que tengo ahora.

    Después, a comprar. A llenar la despensa. Y… lo mismo de todas las tardes en las que voy a esa hora a comprar. Un chico rumano en la puerta esperando que alguien le deje caer las vueltas. Está feo decirlo, pero el niño me desconcentra un poco…

    Vuelta a casa, y preparación de ¡las cosas del gimnasio! Ya es hora de volver, y ayer al final no fue el día por el dolor de cabeza que arrastraba de la chocolatada del domingo. Preparo todo y ¡he perdido la llave del candado! Frustre. Pero Nacho tiene uno, y me monto en la bici y me voy.
    Cuando voy llegando, me encuentro con el tipo que me perseguía en Diciembre de camino a donde fuera, volviendo del gimnasio. Menos mal (pienso), ha cambiado sus horarios. Pero no, soy yo, que hoy voy una hora más tarde…
    Llego. No pago, pero entro. Alguien se desconcentra conmigo en el vestuario y se pega con la puerta de una taquilla en la rodilla. Y a nadar.
    A la media hora me echan. Nadar con un esguince no es bonito, y estoy perdiendo el ritmo. Aparte de eso, como el tobillo derecho tiene menos movilidad voy escorándome a la izquierda y me voy metiendo en las calles que no me corresponden. Pues… al baño de vapor.
    Sentimiento generalizado de los que estamos allí. ¡El turco está enfadado hoy con nosotros! Vaya humaredas…

    Mi sistema de baño turco es un poco particular. Por eso también he tenido algún problema con algún que otro usuario (y me refiero al del ‘menos mal’ de antes).
    Cuando subo de la piscina me doy una ducha fría. Acto seguido, me voy al baño de vapor. Aguanto allí por lo general unos 15 minutos, y salgo. Nueva ducha fría, y otra vez para adentro. La segunda tanda suele ser de 6 ó 7 minutos antes de empezar a sentir que me achicharro. Vuelta a repetir. Ducha, y para adentro. La última sesión varía de 5 a 10 minutos, dependiendo de lo que aguante el cuerpo ese día. Hoy, con el turco mosqueado, no ha llegado al minuto. Después, ducha y para casa.

    He tenido que explicar mi comportamiento en el baño turco a más de una persona, porque se pensaban que salía tan a menudo para ‘dejarme ver’, me duchaba con agua fría para que subieran los vapores, y volvía a entrar para ver si coincidía con alguno de una forma más ‘íntima’. A la gente ya le vale. Si van a un gimnasio a hacer ejercicio y relajarse, podían dejar la calentura en casa. Imaginaos el estrés de pensar en que toooda esa gente está pensando que tú patatín y patatán. Como siempre me ha dado igual y paso de todo, a mi bola (de hecho, hasta que el personaje del ‘menos mal’ no coincidió a solas conmigo en el baño turco y me dijo un «oye, ¿tú de qué cojones vas?», ni siquiera me había coscado de mi… ¿irrespetuosa? forma de actuar para con los demás). Hay que joderse.

    Me gusta bloguear un poquito antes de acostarme. A ver si los exámenes no me quitan la costumbre. Que quedan muchas cosas que contar.

  • Una jaula de cristal

    Creo (creo) que el primer día del que fui consciente fue el día 6 de Febrero. Lo sea o no, es el primer día que recuerdo.
    Cuando desperté esa mañana, lo primero que vi fue un techo que no reconocía. No me asusté. No lo reconocía, pero no me inspiraba nada. Levanté un poco la cabeza, y vi que estaba en una cama. Una cama extraña, porque estaba en medio de ninguna parte. No había nada a los lados, y nada a los pies. Cuando me incorporé un poco (mejor dicho, cuando hice el intento) encontré que tenía enfrente una pared, blanca, con dos alturas, como si hubiera allí una pequeña habitación.
    Me recosté de nuevo. El pinchazo hizo que se me pusieran los vellos de punta, y cruzó por mi mente el que recuerdo como mi primer pensamiento consciente: duele.

    Llegó la hora de visitas, y no sé cuánto tiempo había pasado desde el momento en volví a recostarme. Bastante, porque ya no me dolía y cuando alguien entró intenté volver a levantarme. Y esta vez me estaba levantando más rápido, porque los que entraban por la puerta eran mi madre y Carlos, seguidos de mi padre. Esta vez el pensamiento se transformó en un pequeño quejido, la cara blanca, y mi madre acompañando mi movimiento hasta quedarme acostado de nuevo. Si hubiera sido consciente de más cosas en ese momento, probablemente habría visto a las enfermeras, al otro lado del cristal, moviendo la cabeza de un lado a otro y diciendo: «otra vez».
    Una conversación vacía. «Qué tal estás», «cómo has dormido», «¿te duele?», «¿qué tal la comida anoche?». Sonrisas y caras alegres. Turno para otros, y tiempo para ver a Bau y a Arancha. «Me alegro de veros, qué tal van las cosas».

    Ha pasado la media hora de visitas. Momento para explorar el entorno. A un lado, una enorme pared de cristal con una cortina y una puerta. Fuera, un pasillo. Más allá, una explanada. Otro pensamiento consciente: no estoy en un primer piso.
    Miro para la derecha. Y me doy cuenta de que estoy en una cabina de cristal. La pared de la derecha es completa de cristal, con otra pequeña puerta, y desde mi cama puedo ver un mostrador con dos enfermeras. ¿Dónde estoy?

    La comida. Veo a mis hermanas. Estamos todos allí. Las caras de todos son un poema. La mía no tiene expresión, más allá de la de dolor que casi no expreso, cuando me incorporan para comer. Las suyas, supongo que de circunstancia, con su mejor color. La comida no tiene sal. No sabe a nada y es de dieta. La dejo casi completa, pero me guardo la tarjeta. â?? «Tienes que comer». â?? «Creo que mi prioridad ahora es volver a tumbarme». Con un gesto de dolor me tumbo mientras farfullo algo que… vete a saber qué era. Tenemos una conversación entre todos, en la que participo mínimamente, y se van.

    Después de no-comer, dormir un rato. Me dejan recostado, con la cama un poco levantada, pero sin poder moverme. Busco una postura, y por mi mente se cruza un pequeño pensamiento… como si fuera obvio por qué estoy allí. Todavía no soy consciente de qué hay fuera, al otro lado del cristal. Ni siquiera soy consciente de que llevo unos cuantos cables enchufados. Todavía no coordino. Sólo sé que me duele. Un pensamiento básico. No necesito saber, ni comprender, que me he roto todas las costillas.

  • Bi0[x]iD’s WaY oF LiFe

    Es curioso cómo una vida puede estar tan influida por la música. Como cada momento, cada historia que vivimos, tiene para nosotros una banda sonora. Que hacen que nuestros sentimientos se remuevan ahí adentro, sin saber bien qué es lo que quieren decir, o por qué nos emocionamos.

    Hoy he encontrado una nueva banda sonora. Antes, mis cd’s llevaban un título. Una continuidad. Contaban una historia que escribía al tiempo que los escuchaba. Cuando tenía un rato y me apetecía, cuando algo había pasado en mi vida, nacía una nueva recopilación y una nueva historia. Incluso hubo un momento que se mereció dos, uno de esos que te dejan marcado para toda la vida.

    Bi0[x]iD. Todo nick tiene una historia. Éste fue un bautizo. De alguien que, sin saberlo, convirtió mi naciente vertiente biónica en algo más. Hizo que un momento neutral se convirtiera en un acontecimiento. En un nuevo reto. Con él el naranja, que nunca se fue de mi vida, volvió a encontrar el privilegiado sitio que siempre ocupó en mi antigua vida. Pero no igual. Era algo distinto. Renovado. De óxido a bióxido. Y nació este proyecto. El Bi0[x]iD’s Way oF LiFe.

    He estado últimamente tomándome un pequeño tiempo de reflexión. Supongo que eso es lo que hace todo el mundo cuando un año termina. Los nuevos propósitos, el resumen del año, las cosas que han salido bien, las que quedan por hacer… Vueltas y vueltas a una rueda que no gira. Oxidada. Que hacen que poco a poco te vayas hundiendo en el pozo de tus propios propósitos y al mirar hacia arriba la salida quede cada vez más y más lejos. Hasta que alguien llega y fuerza tanto la rueda, hasta tal límite, que se rompe y gira de nuevo, esta vez descontrolada. Es una de esas cosas que me hacen pensar de vez en cuando que hay algo ahí que todavía vela por mí. Porque si no, cómo es que recibes la llamada más inoportuna de tu vida en el momento más oportuno, para hacer que toda tu frustración se convierta en odio y fabriques a uñas y dientes una nueva puerta que te haga ver la luz…

    Odio. He cambiado mucho, en realidad. Si bien el 28 de Marzo (29 legalmente) es el cumpleaños de RaveN, el 29 de Enero es el cumpleaños del bióxido. De su pequeña ‘segunda personalidad’ que cada día toma más fuerza.
    Hace ya casi un año volví a nacer. Bi0[x]iD’s WaY oF LiFe era, o intentaba ser, el diario de una recuperación. Para después mirar atrás y ver qué es todo lo que ha ocurrido. Y mi diario en papel tiene mucho de eso. Horas que he pasado junto a él. Delante de él.
    Hace tiempo que no lo toco. Pero es momento de volver a empezar. Y es hora de hacer balance.

    Hoy no es divertido mirar atrás. Si hay algo que puedo decir sin miedo a equivocarme, es que he aprendido mucho. Que todo este tiempo me han servido para crecer. Pero también para darme cuenta de quién soy.
    El 29 de Enero de 2005, por la mañana, con 22 años, era mucho de lo que siempre había soñado ser. En el terreno material, tenía mi propia empresa. Empresario… sonaba bien. Portátil de empresa, casa, pequeños lujos, coche, moto… algo que costaba al principio, pero que parecía que funcionaba. Y en el terreno personal, tenía a alguien con quien estaba seguro de que pasaría el resto de mi vida, y ya estábamos pensando en nuestro futuro juntos.
    El día 30 de Enero ya nada existía. Y lo que sé de los tres meses anteriores y los diez días posteriores es por lo que, prudentemente, me han ido contando.

    De lo que soy consciente es de que mi gente estaba allí. Mi familia. Los buenos amigos que nunca desaparecen. Y otros que, aunque ‘saben que deberían llamar pero no lo van a hacer’, siguen estando ahí al pie del cañón. Y quien era el centro de mi vida.
    Pero mi vida cambió de centro. Y allí estaban mi madre, Arancha, Bau y Diego. Los cuatro, incombustibles. Hasta que decidieron convertirme en un bióxido.
    En esos días, aún no sé cómo, Hugo apareció de la nada. No sé si en un primer momento lo reconocí, no lo recuerdo. Pero, junto con Neo, se unió al grupo de incombustibles. Un apoyo único sin el que no sé qué habría hecho.
    Al poco, cuando me permitieron acceder de nuevo al mundo de internet (y reconozco que fue demasiado pronto), se unió Wido. Siete, mi número de la suerte. Y allá íbamos.

    Del tiempo que vino después no sé si merece la pena mucho hablar. La empresa se desintegró el mismo día de mi cumpleaños, el día en que volví a Sevilla e inicié mi aventura por intentar recuperar mi vida. Y todo lo que intenté recuperar a partir de ahí… todo lo que intentaba tocar se desintegraba. Excepto mis Siete Fantásticos.
    Mi relación de pareja murió. Debería haber muerto junto conmigo, pero me resistí. Y me resistí tanto a perderla, que convertí mi vida en un pequeño infierno en el que debía estar constantemente demostrándole algo a alguien. Eso, cuando todavía no había recuperado la memoria. Cuando no sabía bien quién era. Y no tenía conciencia de mi vida.
    Todo acabó, y Bau intentó sacarme del hoyo a toda prisa. Un trabajo, y a ocuparme. Con toda su buena intención. Y saqué muchas cosas de allí, de ese tiempecito. Pero me di demasiada prisa en incorporarme de nuevo al mundo sin saber nada de él. Y me di de narices.

    Agosto fue un reencuentro real con el mundo. Con la familia lejana, y a la vez la más cercana. Aprendiendo a vivir sin mi abuelo, que acababa de irse. Y siendo cada día más consciente de qué habría supuesto para los demás mi desaparición.

    Y Septiembre, el reencuentro de verdad con la realidad. Entre Septiembre y Octubre aprendí a vivir de nuevo. Y de Octubre a Diciembre he ido buscando de nuevo mi camino. Y todavía lo busco. Porque aún no lo he encontrado.
    Ha sido el momento de hacer más progresos. En lo profesional, volver a clase. Clases, estudios… exámenes. Debería hacer las cosas de otra forma, pero me ha costado centrarme. Y ahora estoy en el momento de ‘espero que no sea demasiado tarde’. Reencontrarme con la gente. Con AsCII, Coque, Mauri… Javi y Lorena… con más gente de siempre, los ‘antiguos’. Con .NET y los nuevos neteros, que han hecho que muchos momentos juntos hayan merecido la pena… Con ellos además he tenido la oportunidad de experimentar. Aunque suene mal, han sido mi pequeño experimento. Gente que no me conocía de antes, sino que me conocían ahora. ¿Qué es lo que iban a conocer?
    Todavía recuerdo aquellos momentos en los que me encerraba en mi cuarto, ya en Sevilla, y pensaba que ésto no era real. Que me había quedado tocado y que la gente callaba. Y que yo, en mi propio mundo, no era capaz de darme cuenta. Eso, aderezado por estar conviviendo en aquella época con un drogadicto… Hay veces que no te sirve lo que te dicen. Menos si son tus amigos. Porque están allí, contra viento y marea. Necesitas a alguien externo que te muestre el camino. Que te demuestre que sigues valiendo algo.
    Ese alguien fue mi Séptimo Ã??ngel. Wido. Con él, y con un diario, me di cuenta de qué era lo que pasaba con mi vida realmente. Cuando dejé, en Julio y sin despedirme, de ver a mi psicóloga, cometí un error. Un gran error. No lo descubrí hasta Octubre. Hasta que me di cuenta de que ella no me psicoanalizaba. Lo hacía yo mismo. Y su esfuerzo, por lo que le pagaba, era porque hacía que durante dos horas a la semana estuviera dándole vueltas a la cabeza. Mirando atrás. Y analizando mi día a día. Por eso en Septiembre me tambaleé y me volví a caer. Porque una mente hecha trocitos inconexos no se puede recuperar en tres meses. Ni en nueve. Ni en un año. Pero hay que saber trabajar bien. Ser ‘informático para todo’, como dicen los buenos geeks. Y modularizar.
    Empecé a darme cuenta de que me estaba aferrando al pasado. Que creía ser RaveN. Y que quería ser RaveN. Pero ya no era así.
    Mis gustos han cambiado. Pequeñas cosas en mi forma de pensar y de actuar han cambiado. Detalles invisibles a ojos de unos, y magníficos a ojos de otros. Demasiadas cosas que me hacen mirar atrás y decir «¿pero cómo…?». Diego dice que todo el mundo cambia con el tiempo. ¿Un cambio tan drástico en tan poco tiempo? La última vez que Hugo se acercó a mí, después de haber salido del hospital, cuando me acompañaba en mis tardes de terapia, algo dentro se me encendía. Anteayer me despedí de él, y lo único que siento es un inmenso cariño. Lo quiero como lo que es: una parte importante de mi vida. Pero ya no queda atracción física. Hugo, y todos los demás. Mi mundo ha ido girando y cambiando, y ahora es distinto.
    Recuerdo también cuáles eran mis procesos mentales antes. Cómo me enfrentaba a las físicas y las matemáticas. Y he tenido que aprender de nuevo. Mi capacidad de cálculo es distinta. Y mi forma de pensar, de solucionar los problemas, los desarrollos… soluciones vistas de hace un año y de ahora difieren totalmente.

    El año para el bióxido todavía no ha empezado. Cada día comparto un poquito más con él. Y he tomado la decisión de dejarlo salir. No me pongo metas. Pero espero que muy pronto se adueñe de mi vida y podamos seguir juntos, sin tener conflictos de intereses. Que aprendamos a convivir. Y que, juntos, podamos construir una vida.

    Una vez, hace mucho tiempo, escribí el STaND aLoNe CoMPle[x]. Una de mis bandas sonoras, que ahora simplemente es… un recuerdo. Ya no la siento. Ya no la comparto. Pero sí comparto parte de la conclusión. Antes de complementar a otra persona tengo que encontrarme a mí mismo.

    Ahora, que estoy dudando, dentro de los cambios, si la informática sigue siendo lo mío, me quedo con la mejor frase del año. El deseo de año nuevo de mi madre, que comparto con vosotros y espero que hagáis también vuestro. Yo me lo he prometido.

    Sólo espero que seas capaz de encontrar tu camino

  • i PRoMiSeD MySeLF

    Inspiración de una canción.

    I Promised Myself :: Nick Kamen, performed by A*Teens

    I promised myself
    I promised I’d wait for you
    The midnight hour
    I know you’ll shine on through
    I promised myself
    I promised the world to you
    I gave you flowers
    You made my dreams come true.

    How many of us out there
    Feel the need to run
    and look for shelter

    I promised myself
    That I’d say a prayer for you
    A brand new tomorrow
    Where all you wish comes true
    I promised myself
    That I’d make it up to you
    My sister and brother
    Know I’m in love with you

    How many of us out there
    Feel the pain of losing
    what was once there
    God I know what people
    say about her
    No mistake who can live
    without love

    I promised my self

    In the midnight hour
    I will wait for you

    I promised myself
    I promised I’d wait for you
    The midnight hour
    I know you’ll shine on through
    I promised myself
    I promised the world to you
    I gave you flowers
    You made my dreams come true.