Cuando llegó a la ciudad estaba realmente desconcertado. Había estado pensando en cómo sería la ciudad, el tipo de gente que conocería, la relación con sus compañeros de piso y, entre otras cosas un tanto inútiles, en si realmente llegaría a encontrar allí a alguien de quien enamorarse y ser correspondido. Éste último pensamiento en sí le producía una leve sonrisa burlona, como quien se imagina haciendo cosas que en realidad nunca ha querido hacer y además ve imposibles. Pero ese no es el asunto que nos ocupa.
Nuestro joven héroe bajó del tren y se encontró con detalles en los que nunca había reparado en sus divagaciones. Detalles tan mundanos como de qué color serían los autobuses, cómo sería la estación que lo acogería por primera vez o a qué huele el aire allí.
Las semanas fueron sucediéndose como es inevitable y las cosas no iban ni bien ni mal. Simplemente no iban. Él estaba conociendo gente estupenda, tenía un buen ambiente hogareño y algún que otro pryecto, pero poco más.
Y en tan sólo una semana, como si de una lotería se tratase, o un deseo de Navidad sacado de alguna película de Disney, las cosas comienzan a irle cada vez mejor al llegar el nuevo año. Un trabajo, clases por las mañanas, cierta inspiración para sus proyectos aletargados…
¡Sí, vuelvo a ser una persona ocupada!
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Se lo robé a /cagoento.
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