Hay cosas que nunca entenderé. No soy capaz. No me entran en la cabeza.
10 de la mañana. Desayuno y coche. Vamos a Carrefour, en Camas. En coche, diez minutos.
Intentamos salir a la autovía. Imposible. Carretas y tractores por todos lados. ¡¡Hoy empieza el Rocío!!
Todas las salidas de Sevilla está colapsadas. Entramos en una cola descomunal que no nos permite salir de donde estamos. Los claustrofóbicos deben estar rajándose las venas con los dientes.
Conseguimos escapar. Damos la vuelta. Probamos otra salida. Imposible. Es imposible salir de Sevilla. Todo colapsado. Cientos de tractores con carrozas van camino de Huelva. Y carretas. Y coches de caballo. Y ¡gente a caballo! ¡Y gente andando! Gente, por otra parte, que no saben tratar a sus animales, y los tienen absolutamente destrozados.
Una autovía. S-30. A-49. Todas, llenas de carretas, de caballos y de gente andando. Alrededor, la Guardia Civil. Cuidando de que nadie los moleste y puedan ir normalmente (¡Normalmente! no habrá caminos a Huelva para ir a caballo, que hay que ir por la autovía…). Pero ¡no cuidan de que ellos no molesten al resto! Territorio franco para los rocieros.Atascos descomunales.
Llegamos a nuestro destino casi a la una de la tarde. El centro comercial está casi desierto. Para entrar hemos tenido que escaparnos, entrar por una carreterita del pueblo, cruzarlo, y cruzar el descampado de la feria del pueblo para llegar, por el camino de albero, boquetes y piedras. Recomendación de la Policía, indicándonos que ése era el único camino posible.
Al volver, otro rodeo inmenso. Los accesos de entrada, cortados. «Hasta que las carretas no se vayan no se puede pasar. Tienen preferencia«. Genial.
Vivimos en una ciudad que se paraliza completamente en tres fiestas: Semana Santa, Feria, y El Rocío. Todas, una detrás de la otra. Horroroso.
Para Semana Santa, por ejemplo, aparte de la regulación del tráfico, horarios especiales, y que todas las leyes durante esa semana no existen (beber en la calle, respeto a los vecinos, ruidos…) y ni siquiera hay servicios mínimos de algunas líneas de autobuses (se eliminan directamente), se quitan todas las farolas, semáforos, señales de tráfico, cabinas telefónicas y papeleras. Parte de ese mobiliario urbano (como el semáforo de la Plaza del Duque) todavía no ha vuelto a su lugar (suelen ponerlo todos los años por verano de nuevo, siempre pasa lo mismo).
Y el mosqueo no es ese en realidad. Es una pequeña parte. Lo que de verdad mosquea es que esa permisividad la tienen desde ahora hasta que vuelvan. Con la excusa religiosa, allá van miles de personas (que no pasarán por las urnas, ya que no están) a comer, beber, divertirse… Devotos.
En realidad, van a un Parque Nacional con acceso restringido en el que (sobre)viven muchas especies en peligro de extinción a arrasar con su ecosistema. Incendios fortuitos por la quema de romero, caminos destrozados, flora destrozada, fauna asustada… Y, todas las noches, botellón y música a toda hostia. ¡¡En un Parque Nacional!! Nosotros no podemos salir a una terraza de verano, y ellos ¡¡pueden cargarse un Parque Nacional!! Sin remordimientos. Alguien después lo recogerá. Es la tradición. Lo hemos hecho siempre. Es por la Vírgen.
Dicen que soy raro. Que debería no importarme, que no es asunto mío. Pero me indigno. Me duele. Y lo peor es que, por el ‘peso de la tradición‘, se permite sin más. Ni se les educa para que se den cuenta de lo que están haciendo, ni se pone remedio.
No tenemos derecho a quejarnos. Tenemos lo que nos merecemos. Y así va el mundo.
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