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Bogotá – viaje de ida

Aquí estamos. Tardamos más de 24 horas en llegar, pero llegamos.

Después de los grandes madrugones y de llegar al tren casi cuando salía, empezamos la aventura.

Viaje a Bogotá

Curiosamente, en el tren y con 4G se trabaja mejor de lo que estoy trabajando ahora mismo aquí, pero todavía no he pasado por las oficinas de Platzi, que supongo tendrán un ancho de banda un poquito mejor.

Y después del tren, Madrid. Un Madrid cada vez más grande y más visual.

Viaje a Bogotá

Siguiente parada: Aeropuerto, T4S. Un sitio al que hay que ir con todas las horas de adelanto que puedas. Llegar de Atocha al aeropuerto son 20 minutos. Después, lanzadera hasta la T2. Checkin. Buscar puertas. Puedes tirarte tranquilamente tres horas dando vueltas por allí. Y si además vas a Estados Unidos, cuenta con que tienes que estar en el embarque hora y media antes, porque tienen que hacerte un nuevo control antes de que pases.

Seguridad pasada, toca ir al avión. Y un detalle del aeropuerto: las escaleras con marcas visuales para saber cuál sube y cuál baja.

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El avión, grande. Un Airbus A340-300.

Viaje a Bogotá

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Además, con un detallazo para la cabeza que se agradece mucho después de dejarme la esponjita del cuello en la maleta facturada ¬¬. Aunque no, no es lo mismo. A la vuelta espero no olvidarme, porque se nota un montón.

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Salimos tarde por un problema en un motor, que soltaba aceite, y tuvieron que arreglaro. Media hora después, estábamos en el aire. Y España se nos quedaba atrás…

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Pero después de haber comido y de mirar por la ventana de nuevo, un humillo salía por un agujerillo, y no nos habríamos extrañado demasiado (porque de alguna forma tienen que dejar los aviones las marcas en el cielo, ¿no?) de no ser porque uno de los de la cabina salió para hacerle una foto al humillo en cuestión.

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Y al rato teníamos tierra de nuevo. ¿Tierra? ¿Pero de aquí hasta llegar no hay un charco así como muy grande y que se tarda en cruzar?

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Volvíamos a casa. Seguíamos perdiendo aceite. Hasta las seis de la tarde, dando vueltas por la terminal.
Como anécdota, he tenido una aventura con un servicio técnico por WhatsApp. Se me comió la máquina el dinero, y por WhatsApp el operador me sacó la botella de agua a distancia. Eficiente y rápido.

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El resto del viaje ya fue monótono. Volvimos a subir a un avión, esta vez un Airbus A340-600. Mucho más nuevo, pantalla individual para entretenimiento, y cargadito de películas y series.

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Por la hora a la que llegamos, vimos la ciudad de noche. Ahora empieza la aventura.

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