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Rebajas obligadas

Y allá que vamos. De rebajas obligadas. Todos los pantalones que tengo me vienen grandes. Han ayudado las buenas costumbres, la inapetencia por mareos, y que este año creo que en total he comido 4 polvorones/mantecados. Y con ayuda o sin ella, la realidad es que todo me está entre una y tres tallas grande.

Lo curioso ahora es que cuando llegue a las tiendas, la talla que hoy a tener que buscar será la misma, u otra que no tenga nada que ver. Cosas de las marcas. No hay forma de saber qué narices te tienes que comprar. Y de marca a marca, por joder, cambian. 48, 46,  slim fit, square fit, bob-es-pon-ja. Porque mientras que de talla de pantalón he bajado (o subido, quién sabe -la idea es que lo que me compre tendrá menos cantidad de tela), de partes de arriba en los últimos dos años he pasado de la XL a la XXL.

Yo me miro al espejo y no me veo deforme, y cuando comparo las fotos de hace dos años con las de ahora, hay reducción visible de tamaño. Y aún así, tengo que comprarme las tallas más grandes allá donde voy.

Mis alumnos se ríen y no lo entienden cuando,  en clase, me quejo siempre de las tallas cuando ponemos ejemplos de tiendas de ropa. Pero es que hacen que una experiencia que de por sí no debería ser negativa se convierta en un infierno. Aparte de la misiva que lanzan, claro. Porque se supone que alguien como yo es el tope de las tiendas de ropa comerciales actuales. Y muchas veces, mi talla sólo se encuentra por Internet porque no la tienen en tienda. Y a Fran le pasa lo mismo, pero al revés. Es la cota inferior. Y, de nuevo, su talla a veces tampoco está en tienda.

En los días de compra de ropa, hacen que nos sintamos unos monstruos cuando nosotros nos vemos tan normales. No quiero pensar en la gente insegura que está sufriendo la edad de las transformaciones corporales. En este aspecto, lo estándar es un problema que puede llegar a ser grave.



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