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Pongo y la guarrada de los dientes

Aquí mi amigo hoy ha hecho que me muera del asquete. 

En nuestro camino diario pasamos al lado de una caseta de un registro eléctrico. Es una caseta que se aparta del camino, y que está totalmente rodeada por paredes, excepto por el lado por el que da al camino.

Normalmente evito que el enano entre por detrás  de la caseta, porque alguna vez he visto salir de allí a alguna pareja, y vete tú a saber qué hay ahí detrás. 

Pues se me ha despistado y se ha colado por detrás. Lo he llamado y ha salido corriendo. Y al poco he visto que empezaba a paladear. «Es una hierba que ser le habrá quedado entre los dientes», he pensado. Y me he agachado. Y le he abierto la boca. Y le he visto un trocito de algo. Y le he metido el dedo en la boca. Y… no era una hierba. Me he traído en el dedo un trozo de mierda humana reciente con todo el asco pertinente y sólo un pañuelo usado en el bolsillo como salvaguarda, a medio kilómetro de casa. 

Al llegar a casa mi mano ha sufrido desinfección, y la boca del Pongo un lavado de dientes completo de los que odia. Y ahora este olor me persigue mentalmente sin remedio. 

Si ya es difícil que recojan las cacas de los perros, las suyas sé que es impensable. Pero… qué asco de gente hay suelta por ahí.



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