12 de Octubre. 2006.
Hace ya ocho años, y lo sentimos como si fuera ayer.
Quizá ésta fue una historia extraña. Por aquella época estudiaba todavía en la academia de inglés americano, ya perfecionándolo, y empezábamos a tener pen-pals americanos con los que escribirnos e, incluso, hablar.
Matthew dio a parar conmigo. 15 años por aquella época, frente a sus 19. Yo, intentando terminar el instituto para poder dar un paso más y abrirme camino hacia la universidad. Él, abriéndose camino en sus estudios con una beca en Suiza, queriendo saber un poco más de Europa, aprender cada día un poco más.
Era uno de esos chicos extraños que cuando ves no te llaman demasiado la atención. Pero después, en un corto espacio de tiempo, descubrías lo especial que era. Abierto, sensible, atento… siempre dispuesto a tender una mano y una amistad sin esperar nada a cambio. Un corazón alegre allá donde iba. Una pequeña luz que alumbraba a todos.
El día 7 de Octubre de 1998, casi dos años después, me enteré de que era gay. Estaba en el hospital. Dos salvajes habían decidido que los gays no merecían seguir viviendo, y la noche anterior le tocó a él.
Después de 4 días, destrozado por dentro, en los que no dejó ni un solo momento de luchar por su vida, su luz se apagó.
Muchos fueron los que quedaron impresionados por la noticia. Matt era demasiado sociable. Conocía a todo el mundo, y todos le conocían a él.
La noticia corrió por todo el mundo como la pólvora. Portadas en revistas, sentencias judiciales, actos de protesta…
Hiciéramos lo que hiciéramos, ya nada nos devolvería a Matt.
Su funeral, quizá, fue la mayor muestra mundial del momento de repulsión (nunca odio) hacia los tabúes de la sociedad y sus problemas.
Personalidades, famosos, familiares y amigos poblaron aquella noche el valle.
Después de eso siguieron representaciones teatrales, musicales, libros, películas, series, canciones…
Nada nos devolverá ya a Matt. Pero sigue vivo en nosotros. Tan vivo, que Judy, su madre, aún hoy no para de recordarle. Y de recordarles a todos quién fue y qué fue lo que pasó.
Porque no conocer tu propia historia es el primer paso para repetirla.
Porque tus amigos pueden estar lejos, y puedes echarlos mucho de menos. Pero él ya no está, y por eso está aquí, con nosotros. En nuestros corazones.
Quizá lo sienta diferente. Quizá desde aquí, desde este lado de esa gran barrera que es real y todos quieren, para no admitir, disimular, se vea de una forma distinta. Se sienta de una forma distinta.
O quizá simplemente es la empatía y los años, que hacen que todavía la rabia se descontrole sin ser capaz de calmarse. Porque no es así como debe llegar, al final, el resposo del guerrero.
Lost. But never forgotten.
Make a difference.
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