Todos los días llegamos casi a la misma hora. Cinco minutos antes, cinco minutos después.
Entramos en el gimnasio, y el primero que llega se asegura de coger una taquilla que tenga alguna de las contiguas, ya sea a derecha o a izquierda, vacía.
Nos cambiamos, nos damos una ducha, y bajamos a la piscina.
Cada uno cogemos una de las calles rápidas. Uno al lado del otro. Y empezamos a nadar.
Los ejercicios son los usuales. Siempre en la misma línea. Aunque solemos ir al mismo ritmo, a veces nos adelantamos. Suele ocurrir cuando nadamos kilómetro y medio o dos kilómetros. Así que el que termina antes se queda parado un rato, esperando al otro.
Si ya hemos terminado los dos, tiramos para afuera. Salimos, nos damos una ducha, y nos vamos al vestuario. Allí él se va a las taquillas a coger las cosas para ducharse, y yo me voy al baño de vapor, a hacer estiramiento y series. En cada una de las series, cuando salgo a refrescarme, me lo encuentro disfrutando de la ducha.
Cuando termino, me meto en la ducha. Casi al mismo tiempo, él sale. Nos vemos en las taquillas. Normalmente termino de vestirme al mismo tiempo que él. Recogemos las cosas, y salimos.
En el aparcamiento de bicis me adelanta. Él va andando. Cojo la mía, y tiro para adelante. Vamos por el mismo camino, así que cuando paso por su lado le paso casi rozando.
Al final de la calle me paro y me pongo el mp3. Y casi cuando me está alcanzando, salgo camino de casa.
Llevamos seis meses haciendo lo mismo casi a diario. No sé cómo se llama. No sabe cómo me llamo. Conozco el sonido de su voz por haberlo escuchado una o dos veces hablando con sus compañeros. Sabe cómo suena mi voz por haberme escuchado hablar con mi socia, que antes venía conmigo.
Quizá sea el momento de decir, por lo menos, un hola.
P.D.: Salgo para Salamanca en unas horas. Hasta el martes no vuelvo. Nos vemos =).
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