Ayer entendí, mejor que nunca, a Pilimindrina. Recuerdo el post dedicado a su Reichín.
Hoy lo único que puedo hacer es acordarme de eso, y darle su último adiós también a ese bicho blanco conocido como el RaveNcar.
Le ha tocado. El pobre ya sólo iba a media potencia. Dos de sus cilindros habían dejado de funcionar. Pero, como un campeón, y a duras penas, aún aguantó el último viaje a Jerez.
Allí le hemos dado el último adiós.
Nos hemos acordado de tantas cosas vividas en estos últimos dos años. Un año de mi vida pasada, y el mismo tiempo de mi nueva vida. Qué cosas tan distintas ha llegado a vivir…
Ha sido, además del RaveNcar, el bioxid-car. Supongo que Coque, y más que él Vargas, recordarán más de una historieta en él o con él.
Ha pasado a mejor vida. Y se ha llevado con él miles de recuerdos. En la mesa, el sábado, antes de firmar, mi padre preguntó. «¿De verdad lo hacemos?». Por un momento se formó un sentimiento extraño, y cogí el boli, y firmé.
Un sabor agridulce que hace que mi cartilla no suspire los fines de mes, pero que se lleva un trocito de historia.
Muy pronto le seguirá la RaVespa. Con menos historia, pero igual de especial.
Deja un comentario