Ésta mañana, en casa, estábamos charlando. E inevitablemente salió el tema. Francia.
¿Por qué salió el tema? Porque estamos empezando a entender…
Uno de nuestros compañeros tiene un hermano. Marroquí. Adoptado. Tiene ahora mismo 6-7 años. Se llama Pepe. Y es un encanto de chaval.
Tiene problemas con el idioma, como puede ser relativamente normal. Y en el colegio le han dicho que necesita un gabinete de logopedia para superar ese problema de lenguaje.
Han ido a pedir las ayudas y el gabinete a la Junta, y se han encontrado con la puerta cerrada. ¿Por qué? Porque… es español. Tiene apellidos españoles, y nacionalidad española. Y claro, aunque pague sus impuestos, los inmigrantes marroquíes tienen preferencia sobre él. Así que está sin gabinete logopeda, buscándose la vida por su lado.
Otra de nuestras compañeras vive en Salamanca con su hija. Viuda, en una vivienda de dos habitaciones que se cae a trozos. Ha pedido y reclamado muchas veces el poder acceder a una vivienda de la Seguridad Social, o a una de Protección Oficial. A día de hoy, después de años intentándolo, no lo ha conseguido. Porque cada vez que llega algún inmigrante, tiene preferencia a la hora de recibir vivienda.
Y si tienes algún problema y te vas a la seguridad social, cualquier inmigrante que llegue está por delante tuya en la cola.
Pero ésto sólo es una de las caras de la moneda. Por el otro lado, estamos viviendo la segregación en los colegios. Los padres que, con manifestaciones como la de éste fin de semana, piden poder escoger el colegio para sus niños, de forma que la integración social se convierta en un sueño irrealizable y la xenofobia y el racismo sea de nuevo un tema de actualidad, y empiecen a verse patrullas de pijos y de canis contra patrullas de ecuatorianos o marroquíes cada vez en más ciudades de España.
Siempre he estado orgulloso de ser español. Y siempre he sido de mente abierta. Cuando subo al metro de Madrid y soy el único español entre ecuatorianos, no me siento incómodo. Están aquí. Trabajando. Sienten su país, y a la vez son españoles y se sienten bien. Muchos no lo recuerdan, porque no pueden recordarlo. Porque no lo han vivido. Pero los que no tenían (o teníamos) una familia influyente o con dinero, o alguien cerca del Opus o de las Legionarias, tuvieron que abrirse paso de la única forma posible. Y después de una generación, más de la mitad de mi familia está repartida entre Francia y Alemania.
¿Somos cerrados de mente? ¿Es ese el problema?
Día a día en los colegios en los que ahora trabajo veo a los padres. Son dos colegios muy distintos. Y, en muchos casos, tanto en padres como en niños, la educación, la sobriedad, la sencillez… brillan por su ausencia. Los que tienen más valores son, precisamente, los españoles con ascendencia marroquí, argentina o noruega. ¿Es ésta la sociedad que queremos construir?
Y los favoritismos… Si están en España, en el seno de la comunidad española, ¿no pueden simplemente seguir las mismas leyes y regirse por las mismas normas?
Los tratos de favor nos están llevando en todos los países europeos a lo que estamos viendo éstos días en las noticias. Y nos van a dar, dentro de muy poco, un buen derechazo.
Era muy bonito el sueño europeo. Hasta que quiso compararse con el sueño americano.
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