Esta mañana nos hemos levantado con la noticia de un amigo. Anoche, después de que despidiera a sus compañeros de salida nocturna a la puerta del autobús, le esperaban para pegarle una paliza al grito de follaculos.
Ya esta en casa, después de hospitales y denuncias, con el hombro roto, gracias a una parte de nuestra juventud que se ¿entretiene?
Esto ha sido en Madrid. El año pasado, por estas fechas, los padres de una amiga también recibieron una paliza gratuita, esta vez en Sevilla, y yendo en grupo en vez de solos. ¿La razón? Grabarlo y subirlo a Youtube.
Uno no tiene culpa de ser gay. Ni de ser alto. Ni bajo. Ni negro. Ni blanco. Ni de haber nacido en la India. Ni de la religión que profesen tus padres.
Uno tampoco tiene obligación de vivir la vida de otros. Ni de adquirir las opiniones de otros. Tiene que vivir su propia vida. Y tomar sus propias decisiones.
Si en este mundo, con esta sociedad claramente falta de empatía, alguien os dice que hay que quitar la asignatura de educación para la ciudadanía y poner la de religión, pegadle una patada en la cara de mi parte.
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