Ayer Fran emprendió su último viaje.
No sé qué puedo contaros de Fran que los que lo conocéis no sepáis. Siempre ha sido un torrente de alegría. Se buscaba la forma de hacer que todo el mundo sonriera a su alrededor. Siempre estaba riendo. Siempre estaba contento. Y siempre guardaba pensamientos y palabras amables para todos los que le rodeaban.
Durante los últimos 9 años, Fran y yo hemos sido uno. Cuando nos conocimos, hace ya más de 9 años, él estaba seguro de que no querría estar con una persona como él. Con una metástasis avanzada, y con limitaciones en la vida. Y yo le sorprendí diciéndole que no era el único con problemas en la vida, y que todo se puede superar. Y es que había sido un flechazo. Había encontrado a mi media naranja.
Durante 15 años, Fran ha batallado como nadie. Hemos vivido al día, y a la vez hemos hecho grandes planes. Hemos hecho de todo, porque nadie nos dijo que era imposible. Y nos hemos comido el mundo. República Dominicana, San Francisco, Londres, París, Lisboa, Milán… viajar era una de sus grandes pasiones, y cada vez que conocíamos un sitio nuevo, más ganas tenía de volver y explorar nuevos rincones. Recuerdo con especial cariño nuestra visita al O2 Arena, al memorial de Michael Jackson, y nuestras escapadas románticas cada dos por tres a Portimão.
Durante los 9 años que hemos estado juntos, he visto a Fran esforzarse como nadie con los estudios. Sacarse un ciclo, una diplomatura, un grado, y un máster, sin suspender nunca una asignatura. Su constancia era tal, que asombraba. Durante todo ese tiempo no paró de trabajar. Nunca pedimos una paga. No quería sentirse un inútil. No quería que paráramos de hacer cosas. Y sobre todas las cosas, no quería vivir como un enfermo.
Sólo a sus amigos más cercanos les comentó alguna vez su problema de salud, y todavía dudo que lo hiciera en toda su gravedad. Nunca quiso preocupar a nadie, y eso lo llevó hasta el final. Tanto, que nos pidió una incineración sin velatorio, sin amigos, sin flores, y sin llantos. Quería que todo el mundo lo recordase como era en vida, y es por eso que estoy escribiendo estoy hoy, cuando ya ha pasado todo.
Intuíamos que el final ya estaba cerca, que la metástasis se estaba descontrolando, y teníamos una lista de cosas por hacer para los próximos meses. Casarnos, hacer nuestro viaje a Japón, y hacer un par de visitas a nuestros lugares preferidos. Una neumonía decidió que no podíamos esperar más, y se lo llevó antes de tiempo. Para mí siempre será antes de tiempo. Me falta mi otra mitad. Mi compañero de vida. Mi amante. Me falta su risa. Su presencia. Su voz. Su olor. Su esencia. Todo lo que no quiero que se diluya, pase lo que pase.
Aunque haya sido tremendamente cruel, la vida nos ha permitido despedirnos. Decirnos cuánto nos queremos. Demostrárnoslo. Fran tuvo un recuerdo para toda la gente que quiere. «Os quiero a todos. Mucho.» Sé que lleva a sus amigos en su corazón. A su Ponguito. A todos los que conoció en sus viajes. Y no os nombro a ninguno, porque no quiero olvidarme de nadie.
Le encantaba su casa. Era donde se sentía más cómodo. Habíamos encontrado el equilibrio, y los últimos años vivimos muy a gusto. Teníamos a nuestros animales. Nuestros trastos y tecnología, más de lo considerado normal por todo el tiempo que pasábamos en casa. Y todo eso nos hacía tremendamente felices.
Con todas sus limitaciones, Fran ha tenido una vida plena y, como sea, la química y su fortaleza le han regalado 15 años más. Y 9 a mí, que han sido los más felices de mi vida.
En los últimos años, acompañé a Fran en innumerables viajes. Ayer le acompañé en el último. No paró de decir que no lloráramos por él. Que nos sintiéramos bien. Que todo había sido estupendo. Pero supongo que a todos, como a mí, ahora nos falta un pedacito dentro. No paró de repetirnos que teníamos que ser felices y seguir adelante. Y así intentaremos recordarlo siempre. Como el motor que nos hacía avanzar contra viento y marea, porque no sabía que era imposible.
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