Hace un tiempo, leyendo el blog de mi madre, me encontré con una historia de esas que eres capaz de entender por empatía, pero que no eres capaz de compartir realmente a no ser que la hayas vivido. Hablaba de cómo, en un evento social, alguien tiró de la cuerda de los recuerdos pasados por sorpresa.
En este tiempo he podido comprobar que es verdad que ocurre así. Que cuando vas a estar con un círculo de personas en el que sabes que se va a hablar de la persona desaparecida, la cosa es muy natural. O cuando te viene un recuerdo y lo compartes. Es alegre, tierno, divertido, cálido…
En cambio, cuando estás en un entorno que presupones neutro y alguien te saca la conversación y te remueve los recuerdos, normalmente son melancólicos y tristes. Oscuros. Fríos.
En realidad es algo que sólo he experimentado un par de veces, y pienso que tiene en parte que ver con la actitud del emisor, que condiciona en gran parte la tuya. Pero igualmente, no es plato de buen gusto.
Y es que te encuentras con cosas absurdas (al menos para mí). He estado yendo a WordCamps, a eventos, a meetups, a barbacoas, con toda la tranquilidad del mundo. Por supuesto, mucha gente sabe qué es lo que ha pasado. Pero te ven, interactúan contigo, y ya. En cambio, tengo a dos personas que siempre, siempre, cambian el rictus de la cara, se ponen dramáticos, y se ponen a meter el dedo en la llaga. Hacen que te pienses si ir a algunos eventos cuando sabes que van a ir (benditas listas de asistencia), y fastidian en la misma medida. A veces ya te planteas si lo hacen por deporte, por diversión, o porque les debes caer muy mal. Pero en serio, hacéoslo mirar, que tocáis mucho la moral.
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