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Antonia

(clic)
– ¿Diga?
– ¿Manuela?
– ¿Antonia? Antonia, ¿eres tú? ¿No estabas de viaje?
– Sí, Manuela, soy yo. Estoy, estoy de viaje.
– ¿Y cómo es que me llamas?
– Pues mira, es que me ha pasado una cosa muy curiosa. De repente iba al baño, y ¡adivina qué! Hay un teléfono aquí. Y me he dicho así pa mí padentro: pues mira qué buena idea, así una se entretiene mientras que está haciendo de vientre y no se aburre en el momento activia este del olbran. Así que me he dicho: pues voy a llamar a alguien. Y después me he quedado pensando en a quién llamar, y en seguida me he dicho: pos a la Manuela, que como habla mucho, mientras que ella está hablando pues yo aprieto, y así no se me corta.
– (clic)
– ¿Manuela? ¿Estás ahí, Manuela? ¿Manuela?

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Y ahora que levante la mano aquel que, en la era de los móviles, nunca haya llamado desde el trono.

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Privacidad

El otro día nos acercamos a reservar a Draco. Todavía no nos lo podíamos traer a casa, porque teníamos que terminar de montar el terrario, pero queríamos dejarlo todo listo. Así que fuimos a por las dos cosillas que nos faltaban, y a dejar marcado al bicho.

Cuando hicimos la reserva, como es lógico y natural, me tomaron los datos. Nombre, apellidos y número de teléfono. Todo apuntadito en un post-it justo antes de realizar el pago. Pero me quedé con la mosca detrás de la oreja con el papelito. Tenía la sensación de que iban a cuidarse muy poco de él… así que, cuando terminé con la transacción, volví a entrar en la tienda. Y allí estaba el post-it. Con mi nombre, apellidos y teléfono pegado en el cristal del terrario.

post it

Fui a hablar con el dependiente. Le pedí que por favor retirara el post-it, y me preguntó que por qué. «Es que tiene mis datos personales», le dije. Y me contestó con un «necesito tus datos para hacer la reserva».
Lo de después fue un poco absurdo. Le pedí que hiciera otro post-it poniendo mi nombre únicamente y que guardara en la libreta de reservas el original con mi número de teléfono. Y me miró como si le estuviera pidiendo una tontería y estuviera en un programa de cámara oculta o algo mientras que un servidor intentaba hacerle perder el tiempo.

Mañana, cuando vaya a recoger a Draco, me encontraré pegado en el terrario el post-it original. El dependiente me dijo que lo cambiaría, pero sé que no lo hará. Estaban muy liados el sábado, y no iba a hacer algo que no supone una prioridad y que, además, considera una estupidez.

Y ahora me voy yo a los institutos a dar charlas. Con toda mi cara. A decirle a los chavales que tienen que saber discriminar entre lo público, lo social, lo privado y lo íntimo. Y mientras, gente de mi edad me considera idiota por no querer que mi número de teléfono esté en un escaparate.