Aquí estoy. Parado, quieto. Inmóvil en este cruce. Ciego. Apenas distingo el brillo del sol tras mis párpados. Pero no deseo abrir los ojos. No ahora. Ya no.
Llevo caminando por toda una vida, y nunca desandé un paso. Unas veces corrí. Otras, apenas me arrastré. Pero siempre seguí adelante.
No siempre caminé solo. Aunque ahora me encuentro parado en este cruce. Sin nadie más.
Recuerdo que, hace unos días, alguien me acompañó en mi camino, y comencé a correr a su lado. Y corrimos los dos deprisa. Pero, de repente, se paró. Yo fui incapaz de parar, pero miré hacia atrás desviando la vista de mi camino.
Traté de seguir corriendo, pero no pude dejar de mirar atrás. Hasta que tropecé con una tonta piedra. Caí.
Creedme que lloré de dolor, retorciéndome en el suelo con las rodillas destrozadas. Traté de levantarme, pero era inútil. Mis piernas no respondían. Seguían doloridas. Rotas.
Pasé horas así, en el suelo. Llorando mis heridas.
Al día siguiente fui capaz de levantarme de nuevo. Pero apenas conseguía andar un par de pasos. A cada uno que daba, me costaba más caminar. Tropezaba, y caía de nuevo. Y cuando descansaba para tomar aliento, lloraba al ver mis rodillas destrozadas. Intenté mirar atrás, al lo lejos, probando a verle de nuevo. Pero debió tomar otro camino, pues ya no lo ví más.
De eso hace ya unos días, aunque parecen eternos…
[…]
© Camino. Un fragmento del monólogo final. Tercera parte, primer acto.
^_^
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