Otra vez petó la patata. Esta vez ha sido sólo un aviso. «Eh, chaval, controla». Claro que tú dices un «está bien» y los señores de la bata blanca te dicen que les parece genial, pero que les da igual y que te toca tomarte pastillitas con forma de corazón.
Ah.
En vez de irnos al campo con los niños (y teníamos unas ganas inmensas) nos hemos ganado una visita de cinco días al spa ese en el que te dan un pijamita azul para que pases tus días cómodo y sin frío y te enchufan a una maquinita. Que ha estado bien, ha sido tranquilo, y ha sido únicamente de control (‘quédate unos días para que veamos cómo evoluciona’). Vuelvo a tener la libertad condicional. Y… fuf. Imagináos el plan, que es divertido. A muchos no os lo había dicho, pero es que dices la palabra ingreso y la palabra hospital en la misma frase y la gente se asusta. Y si la acompañas de todo está perfecto, se te ponen histéric@s.
Estaba escribiendo crónica, pero en realidad no merece la pena. En el spa sólo me han tenido enchufado para ver si todo era normal. Y lo ha sido. Y para casa. Nada más. Tampoco he tenido mucha suerte.
Lo único bueno que tiene el hospital es la poca ropa que tienen puesta los enfermos ^_^. En Sevilla había algo curioso en la esquina del fondo, pero andaba heteroacompañado y al rato llegaron todos los cani-amigos a la hora de la visita. Menos mal que me echaron, y todo. Pero había una señora de 89 años que era simpatiquísima y con la que estuvimos charlando un rato. Todo el arte que tenía. Vaya personaje :).
La ambulancia que me llevó a Cádiz tuvo también todo el arte. Una médico de Córdoba, una enfermera de Sevilla/Macarena y un auxiliar de Chiclana. Estuvimos hablando de coches, de salmorejo, de torrijas, de ordenadores… hasta que llegamos a Cádiz y se chirlaron unas cuantas cosas de la sala de entrada para la ambulancia y se fueron.
De observación de Cádiz, la cosa más curiosa es que había un enfermero que era igualito que Eduardo Arcos. Cuando me quedé mirando la primera vez se quedó extrañado. Ya cuando conseguí ubicarlo dejé de acosarlo con la mirada.
Y en planta… Me dicen: «Te vamos a mandar a una habitación con alguien joven, para que no estéis raros y tengáis de qué hablar». Después de dos días en el hospital se te va un poquito la cabeza pensando en quién y cómo puede ser, lo que te puedes encontrar… Todo se va al suelo en seguida en el momento en que entras por la puerta de la habitación y te da por recordar que en la planta de cardiología ‘joven’ significa ‘de menos de 50 años’. El gozo al pozo.
Lo más destacado, aparte de las visitas (gracias, gente. Todo un placer teneros por allí para acompañar) fue la compañía de habitación. Un tipo enganchado a los tranquilizantes con una mujer, de Jaén (por curiosidad del dato solamente), que fumaba en el baño de enfermos (en el nuestro) y que para desayunar se tomaba un red bull y un cigarrito. Lo mejor de lo mejor, estar tomando unas pastillas que son diuréticas y a la vez estar evitando el baño porque apesta a asquito.
Pues al final me fui sin decirle nada. Me daba una vergüenza inmensa tener que plantarme delante de alguien con sus 35 cumplidos para decirle que eso estaba mal, que estaba prohibido fumar en el hospital, y que nos mataba a su marido y a mí cada vez que entrábamos en el baño y teníamos que recular por el guantazo de pesturria. Que estaba muy bien que su marido se lo aguantara, pero que un servidor no se había casado con ella.
Pero en fin. La chica ‘red bull’, después de cuatro días, no puede presumir de ser una chica respetuosa en absoluto.
Que nada. Que estoy en casa. Como siempre y mejor que nunca. De jornada de reflexión antes de las elecciones.
Dar las gracias de nuevo a la familia (que mi madre y mis hermanas han estado por allí de continuo), a Javi y a Mara, a Shinji, a Yago, a Luis, a Neo y a Sonia, al resto de la family, a Elisa y a Dani, a la gente del grupo scout, a Coque, a Zifra, a Luis Rull, a los ‘telefónicos’… Todo sin orden y me dejo gente seguro.
Ahora, a disfrutar unos días del mah-jongg que me han regalado y a subir las fotos en cuanto pueda de la cena de cumpleaños que me hicieron.
Y para la jornada de reflexión, os dejo con un texto de El Forastero que me ha llegado en estos días.
(Echadle un vistazo en su página, que viene acompañado de imagen).
Un día el mundo fue recorrido por gigantes. Aun hoy podemos encontrar sus obras de arte que confundimos con montañas. Sus palabras, ocultas bajo la arena de una antigua maldición, que nos son ilegibles.
En ocasiones ocurre que hay gente que se topa sin quererlo con los sueños de aquellos gigantes y se ven envueltos en proyectos demasiado grandes para ellos. Obras de arte imposibles, libros inacabables, viajes a los confines del mundo o de la vida. Esos son los sueños de los gigantes que rondan por nuestro mundo.
Hay los que deciden aceptar el reto y terminan en manicomios viviendo en un universos no hechos para nuestra limitada estatura. Otros acaban muertos cuando se topan con el rostro del soñador y no logran soportarlo. Lo más sólo observan en el resplandor del atardecer la magnitud de estos sueños gigantes y pasan de largo con un escalofrío en la espalda concentrados en sus pequeñeces cotidianas.
De entre los que triunfan ninguno sale sano o puro. Algunos intentarán olvidarlo con alcohol o drogas. Otros huirán hacia el horizonte. Rimabud fue de estos últimos que tuvo que perderse en ??frica después de terminar una obra gigante. Y solo unos cuantos alcanzarán la fama como bibliotecarios ciegos, como olvidados y pobres libertadores de un continente, como emperadores enfermos de nostalgia en una isla, como científicos llorando al ver la destrucción que traen sus bombas atómicas.
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