Tuvimos suerte — nos pusimos de acuerdo en qué queríamos hacer. Trabajamos mucho, y en seis años Otaku Shin creció de ser sólo nosotros once a ser una asociación con más de 200 socios y actividades anuales. Teníamos el Salón. Lo mejor que habíamos hecho hasta ahora. Y nos echaron. ¿Cómo te pueden echar de la empresa que tú has creado? Bueno, mientras la Asociación crecía entró en la Junta gente que creíamos muy capacitadas para llevar la asociación adelante, y durante el primer año, más o menos, las cosas fueron bien.
Pero luego nuestra perspectiva del futuro comenzó a divergir, y finalmente nos apartamos completamente. Cuando eso pasó, nuestra Junta Directiva se puso de su parte. Así que estábamos fuera. Y de forma muy notoria. Lo que había sido el centro de nuestras vidas se había ido, y fue devastador.
Realmente no supimos qué hacer durante algunos meses. Sentíamos que habíamos dado de lado a la anterior generación de emprendedores – que habíamos soltado el testigo en el momento en que nos lo pasaban. Intentamos llegar a algún acuerdo, puntos de vista común. Que todo nuestro trabajo de años no quedara en una estantería cualquiera. Fue un fracaso muy notorio, e incluso nos fuimos de la ciudad. Ya nada nos retenía allí.
Pero algo comenzó a abrirse paso en nosotros — nos gustaba lo que hacíamos. El resultado de los acontecimientos en la asociación no había cambiado eso ni un ápice. Habíamos sido rechazados, pero aún estábamos aquí. Y decidimos comenzar de nuevo.
Ésto podría ser perfectamente una adaptación del Discurso de Steve Jobs en Stanford a nuestra historia actual con Otaku Shin.
No hay más que añadir. Excepto la gran frase.
Larga vida al Imperio.
Deja un comentario