Lo de Renfe tuvo segunda parte. Había quedado para tomar un café, y saqué después la vena gorrona.
– Javi, que ésto no me va.
– Pues vente a mi casa y lo vemos.
Primer intento, instalar el motor de IExplorer sobre Mozilla en Linux. Fracaso total después de una hora y pico.
Reiniciamos en Windows. Entramos en Internet Explorer. Parece que todo va bien.
-> Introduzca su número de tarjeta de crédito.
-> ################
-> Tarjeta no aceptada
O_o. ¡¡Pero si es una Visa!! ¿Cómo pueden no aceptar Visa en Renfe?
Repetimos, como las natillas. Esta vez con una Maestro.
-> Introduzca su número de tarjeta de crédito.
-> ################
-> ¡Hola, soy Vini, y voy a guiarte en tu proceso de compra!
-> Lo primero que tienes que hacer es crearte un perfil.
->Ahora, crea una operación.
-> Ahora, aceptamos la operación.
-> Y ahora, me quedo esperando pinchado en la pantalla esperando a que alguien la valide.
Cinco horas después de haber empezado con el proceso, estaba camino de la estación en la moto con Javi para comprar los billetes…
Hay algo que no entiendo. ¿Cómo una caja de ahorros (ahora Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Sevilla, Huelva y Jerez, que han unificado hasta el nombre) se queda con lo peor de cada uno de los sistemas? Lo lógico habría sido hacerlo al revés. Pero no, somos andaluces. Y para mas INRI, sevillanos.
Sólo hay que ver el suelo de Sevilla. Cualquiera que sea medio observador se habrá dado cuenta de que todo el centro tiene el suelo lleno de boquetitos. ¿Para qué son? Pues para las vallas de Semana Santa (sí, en esta ciudad son así, la Semana Santa es lo más importante (DefCon 1), después va la Feria (DefCon2), y después todo lo demás. Pues… la nueva Avenida de la Constitución no tiene boquetitos. Hacemos apuestas. Dos opciones.
a) que la levantan para hacerlos.
b) que la agujerean con trompo dos semanas antes.
Yo apuesto por la a), teniendo en cuenta que en esta ciudad para Semana Santa quitan los semáforos, las señales de tráfico, y las cabinas de teléfono, y en lugares como la Plaza del Duque los semáforos no vuelven a ponerlos hasta Navidad (documentado, ha pasado los últimos cuatro años, y ahora mismo el semáforo de esa esquina no está).
Camino de Málaga. Tempranito. Día siguiente. Tren hasta allí. Me bajo al llegar, voy hasta la Alameda, cojo el 11, y le digo a dónde voy.
– Oiga, voy al colegio San Estanislao, y no voy de aquí. ¿Me podría avisar?
– Sí, claro, yo le aviso.
Yo feliz en mi autobús, hasta que el buen señor me grita ‘¡Aquí es!‘ y voy yo y me bajo. Y me encuentro con la sorpresa de que estoy a casi kilómetro y medio del curso. Si no me pierdo no soy yo, está claro. Menos mal que Jero estaba al otro lado del teléfono para salvarme la vida.
Total, que llegué tarde. (Podéis ver la ruta aquí yendo hacia la derecha en el mapa).
Y para volver, odisea de nuevo.
Salgo antes del curso para llegar a la estación. Los compañeros me llevan (gracias, chicos :)). Llego a la estación media hora antes de que salga el tren. El tren sale con casi una hora de retraso. Y tardamos casi una hora en llegar a Pedrera (la primera estación).
Después de eso, oscuridad absoluta por las ventanas del tren. Y como íbamos tan despacio, las canis que estaban detrás mía, que se habían ido para la puerta, se dejan pasar la estación de Osuna, apagada y sin luces, sin bajarse. ¡A las doce de la noche! con sus padres gritándoles por móvil que por qué no se habían bajado del tren, que a ver cómo volvían ahora.
Al final, llegamos a Sevilla con más de dos horas de retraso, a horas donde ya no hay ni buses ni nada normalito que te lleve a casa barato, con un frío curioso, y acordándote de tantas horas despierto, muy buenas experiencias, buen rollo, una comida en el Maravillas, y mucha ilusión de seguir haciendo cosas juntos. Lo de siempre :).
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