Conocemos a una chica desde hace unos 4 meses, compañera de trabajo. Desde el primer día, desde el primer momento, sabemos que no está soltera. Es una de esas personas que en cuanto tiene la oportunidad suelta un porqueminovio.
Siempre me han llamado la atención las personas que, desde un momento muy temprano de la conversación, hacen que el foco de la misma se dirija a un nuevo punto, normalmente ajeno, que además encarece la comunicación.
Una de las últimas fue comprando peces en nuestra tienda de confianza. La chica que nos atendió no tardó más de tres minutos en decirnos, y cito textualmente:
Eso no os pasaría si tuvierais solo hembras. Como a mis perras. Les pasa lo que a mí, que se satisfacen entre ellas y no les hace falta un macho.
Volviendo al tema inicial, yo no conocía a minovio, pero Fran había coincidido con él un par de veces. Hoy, que nos íbamos a ver, muy prudente pregunté por su nombre. «Pues no sé cómo se llama.» Y, efectivamente, esa era la situación.
Cuando llegaron a casa, volvió a ser presentado como minovio. Y yo no soy capaz de explicarme esa alienación de la persona. Se supone que es tu pareja, una persona con la que quieres pasar tiempo. Con la que quieres compartir cosas. A la que respetas, de la que aprendes.
Supongo que serán costumbres adquiridas. O educacionales (ya sabéis, mimadre y mipadre). Pero tratar a una persona, a la que se supone una de las más importantes de tu vida, como un complemento más, me sigue dejando descolocado.
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