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Justicia

Para Samuel, por supuesto. Pero también para el resto.

Hoy me he propuesto ir a la concentración. Porque creo que debo. Por todas aquellas a las que no fui por miedo. Por aquellas en las que puse una excusa. Por solidaridad. Y me he encontrado con mi yo pasado.

Me he encontrado con que voy a ir solo. No en espíritu, pero sí físicamente. La gente a la que he preguntado me han dicho que no iban a venir. Tengo miedo, es que no me fío, no me siento segur@ yendo… Porque al final es lo que es. Exposición.

Una exposición complicada. Cuántas veces habré(mos) dejado de ir a sitios por miedo a convertirme(nos) en objetivo. Por el peligro a que te digan algo. A que te señalen. ¿Hay algo más incómodo cuando no sabes qué puede venir detrás?

Hace dos fines de semana, por ejemplo, fuimos a ver un monólogo. Un momento de comentario con la persona de al lado, y el monologuista te dice algo. No pretenderías pasar desapercibido con esos pelos que llevas. Un color discreto y un despeinado, nada llamativo ni del otro mundo, y ya alguien te señala y eres el centro de atención. En un ambiente normativo, sin aparentes problemas, pero por alguna razón tienes esa pequeña incomodidad, esa sensación de que puedes convertirte en objetivo.

Miras atrás. Ves a dos parejas no normativas. Una conocida y pública. La otra, en el armario. Muchas parejas y grupos de amigos de todas las edades ríen con los chistes. En algunas caras se nota cuáles son chistes incómodos, en los que probablemente el autor ni habrá reparado, y también quién evita reírse abiertamente para que no se note nada.

Es la realidad de muchos y muchas. Ya lo decía Javier Ambrossi con mejores palabras. Y es una situación que va cambiando, pero a peor. Un paso hacia adelante, dos hacia atrás. Y lo tenemos tan arraigado (lo comentábamos hoy en Twitter) que algunas cosas nos salen solas. Como pasarte la maquinilla por la cabeza (total, me iba a pelar un día de estos por el calor) para eliminar cualquier elemento visual que te pueda convertir en objetivo.

Hoy voy a una concentración por los y las que no van. Por las personas que no pueden. Por las que tienen miedo. Por las que sufren a diario. Por todas.

Hubo una cosa que me enseñó mi madre y que sólo se puede entender con la edad. Que cuando se tiene la oportunidad de plantar cara a algo que sientes defender, no lo haces sólo por ti. Lo haces también por los que vendrán detrás. Por eso veis tantas veces a gente a la que no le va ni le viene en manifestaciones y encuentros. Hay quien piensa (y dice en voz alta) Pobre, no tendrá otra cosa que hacer y se ha venido a pasar el rato. No. Aunque ya no le afecte, ha venido a apoyar algo en lo que cree. Porque quiere que el mundo, para ti que vienes detrás, sea un lugar mejor.

Ojalá esto hoy remueva algo, aunque sólo sean conciencias.

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El agravio comparativo

Un miércoles cualquiera, en un slack cualquiera, hay personas hablando sin parar. Compartiendo cosas. Ayudándose. Charlando. Y en un momento concreto, alguien comparte algo que lo cambia todo.

El próximo día 14 de diciembre se va a celebrar a nivel andaluz un evento motivacional para niñas de entre 11 y 15 años, con el fin de fomentar el interés por la ciencia y la tecnología que revierta en futuras vocaciones STEM.

El evento tendrá lugar a la vez en todas las capitales andaluzas. Durante una completa jornada (09:00 a 17:00 horas), las chicas participarán en algunos de los 40 talleres prácticos e interactivos. Aprenderán cómo funciona Internet, a configurar una red inalámbrica y a extraer su propio ADN para ponerlo en un collar; desarrollarán su propia aplicación, imprimirán un accesorio en 3D, y mucho más.

La comida viene incluida. Los padres las dejan a a las 9 y las recogen a las 17. Si quisieran participar como voluntarios, solo tendrían que apuntarse.

Cartel del evento "green light for girls" con la fecha y hora, y la forma de apuntarse.

Este cartel ha generado un hilo que va por 186 comentarios ahora mismo, y no precisamente por el diseño. En esa conversación ha habido mucho comentario acalorado, y me gustaría comentar aquí algunos de ellos.

El primer primerísimo comentario fue un mi sobrino es un chico y no puede ir, lo están discriminando. Ya se lió. La respuesta vino pronto: «Eso es lo que nos pasa a las mujeres continuamente, que nos fastidiamos, o nos fastidian, por haber nacido mujeres, constantemente.» Y la mecha se avivó.

Iba a haceros un resumen de los comentarios intercambiados, pero quedaba una lectura de unos 15 minutos. Wow. Así que he recortado. Sí voy uno de los primeros comentarios que se hicieron:

  • Me parecen muy bien este tipo de iniciativas de iniciar a niños y niñas en la tecnología, pero no me parece bien que se le niegue la participación a personas por cuestiones de género (en este caso hombres), ya que no creo que la mejor manera de luchar contra la discriminación sea con más discriminación.

Si yo fuera padre y tuviera un crío en esas edades, probablemente estaría enfadado por la situación. Pero también es verdad que todos los que han participado en la conversación se han enterado del evento en ese momento, y muy probablemente su interés por asistir al evento sea muy muy cercano al 0%. Hemos hablado de muchas cosas. De discriminación por tener pene (no se está discriminando a las personas con pene, porque el género no es biológico) hasta bullying. La cosa es que es momento de aferrarse a los datos, y estos dicen que con 5 años, tanto niños como niñas se sienten en igualdad, pero las niñas con 6 años ya se sienten inferiores que los niños. Estuvimos de acuerdo en que es un problema educacional.

Problema educacional que algunos no ven. Hay quien piensa que estos eventos no son para nada necesarios. Lo que es necesario son eventos donde se incentiven a ambos mostrándoles que tienen las mismas oportunidades. Pero, ¿cómo hacemos eso si los seguimos educando de forma sexista? Porque entiendo de verdad a algunos padres que no quieren que sus hijos e hijas vean que existe una discriminación, negativa o positiva, hacia alguien, porque deberían ser iguales. Y eso sería genial, pero es que sigue existiendo. Estamos además en un momento político e histórico en el que ciertas actitudes (por llamarlas así) se hacen aún más peliagudas.

Hubo, por supuesto, algún «en mi entorno eso no pasa». No dicho así, claro, sino generalizado a cómo es el mundo. Mi respuesta fue clara: «Es bonito que veáis que no son necesarios porque eso significa que vuestra empresa, barrio, colegios y grupos de relación son geniales. Por desgracia no es la realidad de todo el mundo.«.

Después de eso, perlitas. «La diversidad es algo que ha existido, existe y existirá y es algo que no queréis asumir… y eso cada vez os esta alejando cada vez mas de buscar un estado de equilibrio entre hombres y mujeres a buscar un estado de victimización». Me habría encantado tener en ese momento una cámara viendo las caras de algunos de nosotros. Jaw-drop.

Los comentarios continuaron. Estadísticas, carreras técnicas en las que no hay muchas mujeres o hay mucho abandono («¿nadie ha pensado que el interés, preferencia, gustos…etc, influyan en esas estadísticas y no solo el tener un cable colgando o no?»), y los eventos sin presencia femenina o muy baja («¿Yo que culpa tengo, como hombre que va a este tipo de reuniones, que una tia no venga porque se siente insegura?«). Hubo un aporte de Jose Arcos que me gustó especialmente:

A mí, la primera vez que me dijeron que por qué no había mujeres en una foto de un evento de ßetabeers Huelva, dije que porque no querían venir. Pero la realidad va más allá del que no quieran venir, y si uno hace esfuerzos para fomentar la inclusión, al final puede conseguirlo.

Y seguimos hablando, antes y después de espacios seguros. Espacios necesarios para que los colectivos que normalmente se sienten discriminados tengan un espacio en el que sentirse bien. Donde no se fomenten carreras técnicas entre los niños y de cuidados entre las niñas. Donde la inclusión sea real.
Se nombró también como ejemplo, cómo no, a Ping a Programadoras, que con sus espacios seguros y espacios mixtos acercan la tecnología a todo el mundo.

Una cosa es la igualdad, y otra cosa es la equidad. Creo que confundes términos. Si no hubiese eventos mixtos, lo vería mal, pero habiendo eventos mixtos, no es una discriminación como tal. Y si, hay eventos que están llenos de mujeres, y otros que no hay ni una. Solo hay que preguntarse el por qué. Yo misma hay eventos que ni me acercaría y otros que me siento una más. Es muy fácil hablar cuando no se ha sentido acoso, ni agredida, ni cuestionada constantemente.

La realidad de muchas ha sido y es complicada. Dentro de todo, después de todo, nosotros formamos parte de una minoría. España es un lugar privilegiado si se compara con otros países y lugares, y aunque seamos muy críticos con mil cosas (y tenemos que serlo), la realidad es que nuestros privilegios son muy amplios. Y es por eso, por nuestra situación, por la que tenemos que seguir luchando por los derechos colectivos de todos y todas. Porque podemos, y porque ya lo dice el movimiento scout: Piensa globalmente, actúa localmente.

En esa conversación se derivó a muchas más cosas. Se habló de suicidio adolescente. De LGTBIQ+, y de política. Se me ocurrió decirle a alguien que si había un evento general y otro para chicas, quizá su hija prefiriera ir al de para chicas. Puse ejemplos sencillos. «Existe el bullying, el aparentar, y los cambios físicos y hormonales a esas edades. Hay niñas que teniendo en cuenta todo eso deciden no ir porque, aunque fueran, estarían todo el tiempo preocupándose de todo lo que pasa a su alrededor y con su propio cuerpo antes de estar atendiendo a aquello que le gusta. Tú puedes querer que tu niña vaya al general, pero que ella a lo mejor se siente más cómoda yendo al otro. Hay que escucharles también.» Me respondieron con contundencia. «A lo mejor no quiero que se sienta cómoda excluyendo y quiero que aprenda a convivir sin prejuicios».

Ah, la coeducación. Cuánto la trabajamos algunos y qué difícil es hacerlo cuando sólo se utiliza en momentos puntuales, en vez de trabajarla. Al final terminamos siempre en lo mismo, en un problema educacional. Que es el que intentamos atajar. Mientras, se organizan eventos para que más gente, que normalmente no llega a un contenido, lo tenga disponible de forma más atractiva. Se hacen con objetivos, con un trabajo previo, con unas metas. Pero no todo el mundo las ve. Hay quien sólo ve una posibilidad de crítica porque se están creando guetos y porque lo que se busca es la victimización del colectivo. Y habrá quien compre ese argumento.

Por mi parte, lo tengo claro. La igualdad conlleva inclusión. La inclusión conlleva atraer primero a los pequeños grupos de forma segura para después integrarlos. Y después, hay que darles esa oportunidad de integración. Es lo que hacemos en los Grupos Scout. Es lo que hacemos en las WordCamps y en todo evento WordPress, donde rige nuestro código de conducta y donde trabajamos la inclusividad. Es en lo que trabajamos constantemente. Y si la publicación de un cartel crea un hilo de 200 comentarios de este tipo, es que todavía queda mucho trabajo por hacer.

Ayer hubo quien nos dijo que nuestro trabajo no era necesario. Que el problema, como siempre, era del que no venía. Y que no deberían tener espacios únicos para ell@s porque es discriminar a los demás. ¿Estáis de acuerdo? Los comentarios están abiertos, siempre que vengas con espíritu dialogante.

P.S.: Gracias a Marta Torre por su constante e incansable defensa de los derechos de las demás, aprendemos mucho de ti cada día.

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Principio de intolerancia

No sé si os habéis enterado. Pero si no, yo os lo cuento. Un escándalo. Tremendo. Han propuesto a heterosexuales para dar el pregón del Orgullo. Otra vez.

La última vez conseguimos que cambiaran a los pregoneros. No eran dignos. Esta vez, no podemos ser menos. No podemos permitir que cisheteros sean los pregoneros. No podemos permitirlo. Hemos luchado mucho para esto.

Tenemos ahí el ejemplo de los machistas. ¿Qué hacemos con los hombres y mujeres que se han criado en ambientes machistas? ¿Los intentamos reeducar poco a poco? No señor. Claro que no. Si son hombre y heterosexuales, forman parte del grupo opresor. Los consideramos culpables en potencia. Y es así como hay que tratarles. Eso es lo que hacemos. Transformamos nuestro feminismo en feminazismo y les intentamos oprimir, como estuvieron oprimidas tantas generaciones de mujeres antes. Da igual que sea un pequeño porcentaje, o uno grande, el que se encuentre en el grupo opresor. Muere gente. Son asesinadas personas a manos de otras. Y por eso, todo el que forme parte del grupo opresor debe entender que se le tratará con desprecio y, a veces, con asco, y que siempre se recelará de él en algunos ambientes. De hecho, estamos creando espacios seguros donde los hombres heterosexuales no son bienvenidos. Y esperamos que ninguno sea tan desequilibrado como tomarse esto a mal, o como un ataque personal. Porque esto ni siquiera es social. Es su culpa de nacimiento.

Si ya nos lo enseña la iglesia católica. Todos somos pecadores. Todos, por el hecho de nacer, estamos marcados. Somos culpables. Aunque en realidad da igual, porque a última hora una confesión y una extrema unción nos asegurará ir a ver a San Pedro a las puertas del cielo, pero vivimos toda nuestra vida señalados por un dedo. Con una carga invisible que alguien que no vemos, y que no creemos real, creó para nosotros y todavía nos hace arrastrarla, tantos años después.

Nos han llevado a pensar, a creer, que podemos convivir. Coexistir. Y no. Ahí están los negros. ¿Han conseguido evolucionar? Bueh, en algunos sitios quizá. Pero son los menos. Ahí están los Estados Unidos. Batallas campales en las calles. Luchas raciales. Y nada de mezclarnos. Es mejor vivir totalmente apartados. No sé en qué momento decidieron que podían hacer baños mixtos entre la gente blanca y de color, y ahora tenemos que compartir los baños con gente de identidad de género difusa.

¿Y qué le ocurrió a Harvey Milk? Asesinado por un hetero. Por darle visibilidad a los gays y hacer de este mundo un lugar más justo. ¿Les vamos a dejar campar a sus anchas en las fiestas del Orgullo?


Somos idiotas. Somos los mayores especialistas del mundo en ver sólo la parte oscura de las cosas, y regodearnos en ella. Nos gusta. Es como si nos hiciera sentir bien.
En casa siempre decíamos que todo esto era culpa de Telecinco. De sus sálvames, vecindarios de vecinos problemáticos, programas de conflictos personales, y mierdas parecidas. Pero no es algo exclusivo de España. Esto es global. Nos buscamos cualquier excusa para ser intolerantes. Y nos buscamos la excusa de la intolerancia para atacar a los demás. Como si esto fuera el ojo por ojo. Como si fuera una vendetta mística donde ahora nos tenemos que defender, por todo lo que hemos sufrido anteriormente.

Siempre he estado en contra de la cabalgata del Orgullo. Más concretamente, siempre he estado en contra de algunos excesos. Porque si bien entiendo, y soy defensor, de que la visibilidad es una necesidad, también tengo ese pequeño run-run por debajo de que cierta exposición de cuerpos escasamente tapados y ciertas actitudes nos hacen un flaco favor, en más de un ámbito.

Hoy he leído de todo. Un heterosexual no puede ser pregonero del Orgullo porque no se ha sentido perseguidono sabe lo que es estono ha sufrido…

He tenido amigos, y parejas, que se habían ido de casa con 16 años porque cuando llegaban a casa recibían palizas de parte de sus padres a ver si así les quitaban la tontería. Palizas de terminar en el hospital. Tengo conocidos de familias ultracatólicas que pasan una o dos veces al año por su casa a ver a la familia, porque después de la alegría inicial de verse, la visita se convierte en un infierno. Tengo conocidos que se han tirado meses en el hospital después de recibir una paliza, y que años después siguen teniendo secuelas. Otros, que no son felices pero se casaron con una mujer, y tienen hijos, porque era lo correcto. Y también tuve que vivir cómo un amigo moría después de 7 días de agonía en el hospital después de que le hubieran pegado una paliza y lo hubieran crucificado por ser gay, porque Dios tenía que castigarle. He pasado años (sí, años) escuchando a gente y dándole apoyo en Trevor Project, en grupos scout, y a través de canales de IRC. Pero en realidad, no tengo ni idea.

Siguiendo esta regla de tres, y según alguna gente de twitter, alguna gente de facebook, y algunos blogs, yo no tengo ni idea de lo que es tener miedo por ser gay porque no he sido el protagonista de ninguna de las historias anteriores. De las únicas que he sido protagonista han sido un escupitajo por la calle (en Sevilla), y un globazo de agua en Portugal. Fíjate tú qué mierda de currículum. Quitadme ya el carnet de gay.

Y es por eso mismo, por exactamente la misma razón, por lo que no podemos permitir que un heterosexual venga a nuestra fiesta a dar un discurso. Eso sería inclusivo. Nos podrían hasta dar un punto de vista que fuera, además de reivindicativo, interesante. Que nos hiciera pensar. Que se convirtiera en un pregón que de verdad inspirara e influyera en la sociedad. Podría incluso hacer que una fiesta que algunos consideramos inclusiva, lo fuera de verdad, y ayudara a romper barreras. Pero no, hay gente que quiere mantener los guetos. Y por eso es mejor no permitirles participar, porque no tienen ni idea. 

Al hilo de esto. Un grupo de 20 imbéciles intentando romper un evento no pueden ser suficientes para que una sociedad se cierre en banda. Somos millones. Millones. Y tenemos la capacidad de ver siempre lo malo.


De todas las situaciones de amigos y conocidos anteriormente comentadas, ninguno, a día de hoy, ha desarrollado un odio hacia los heteros. Me he sentido en la necesidad de aclararlo. Y os añado un vídeo de regalo.

https://www.youtube.com/watch?v=T8zqkdBDh28

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Manspreading y Mansplaining

Manspreading

Abrirse de piernas, generalmente un hombre (de ahí el man). Se supone que es un problema cuando esto ocurre en un lugar público y se ocupa, al hacerlo, más de un asiento. Es decir, es un problema cuando se molesta a alguien haciéndolo, y no nos referimos a visualmente.

Un hombre sentado en el metro de Estocolmo, abierto de piernas, ocupando parte del asiento lateral
Foto: Wikipedia

Shebagging

Ocupación, en espacios públicos, de asientos por parte de las bolsas que uno lleva consigo (generalmente las mujeres, de ahí el she).

Una chica sentada en el metro ocupando dos asientos, uno de ellos con un bolso y una bolsa de plástico
Foto: @Zelery

Mansplaining

De manexplaining, «explicar algo a alguien, generalmente un varón a una mujer, de una manera considerada como condescendiente o paternalista» (Wikipedia)

Somos sexistas hasta para los términos que se supone tienen que ayudar a combatir el sexismo. Y… conozco a más mujeres mansplaineras que hombres. Aunque últimamente todo el mundo utiliza el término mal y lo utilizan para referirse a lo que viene siendo un cuñao, que siempre sabe de todo y no saber cerrar la boca.

Al hilo de eso, para aprender más sobre los cuñaos, tenéis más info aquí.

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Children see, children do

Los niños ven, y actúan en consecuencia.

Haz que tu influencia sea positiva.

Los niños son esponjas. Este vídeo lo puse en un curso de formación de adultos hace casi seis años por primera vez. Fracasé. Fue una de mis luchas perdidas con algunos de mis antiguos compañeros. El predicar con el ejemplo no queda sólo para los religiosos. Es una necesidad. Por desgracia, cada vez más actual.

Por suerte sé que a algunos les quedó en la conciencia, y que poco a poco el tiempo va poniendo las cosas en su debido lugar.

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Vivos de milagro

Ayer, mientras andábamos por un centro comercial, nos vino a la cabeza un pensamiento. No es la primera vez que hablamos del tema. Cuando tenemos algún día malo nos da por pensar en la fragilidad del equilibrio de nuestro cuerpo. La diferencia entre estar totalmente bien, y tener cualquier cosa descompensada, por mínima que sea. Lo conscientes que somos de esos ínfimos detalles. Y lo que tiene que sufrir alguien autista, siendo consciente de forma tan brutal de todo lo que pasa a su alrededor. 

Pensadlo. ¿Cuántas veces habéis estado en peligro de muerte en vuestra vida? De mayores seguro que unas cuantas, pero de niños… Yo no sé cómo salimos de aquello. ¿Cuántas veces no habréis pensado eso de «pocos accidentes hay para como conduce la gente» ? ¿O para las tonterías que hacen? 

Recuerdo difusamente una caída de pequeño de lo que a mí me pareció un acantilado, en la que me partí la cara. También un maratón de pequeño, en el que mientras estaba corriendo miré para atrás, y cuando volví a mirar para adelante me comí de lleno los barrotes de hierro de una ventana. Otra vez que, corriendo bajo la lluvia en una feria, resbalé de rodillas y patiné por el asfalto, dejando toda la carne de las mismas en aquella carretera…

He hecho piragüismo, escalada, y waterpolo, y nunca he tenido un percance que pudiéramos considerar inseguro. Pero, ah, lo inseguro es la condición humana.

Cuando estábamos en el colegio, los de octavo hacíamos una tómbola en la plaza del pueblo para recaudar dinero para el viaje fin de curso. Nos tirábamos meses recorriendo el pueblo y Jerez, tienda por tienda, recogiendo aportaciones. Después, un domingo (que no recuerdo ya si coincidía con la carrera popular) vendíamos las papeletas y una papeleta, un regalo. A cien pesetas. 

Nosotros nos encargábamos del equipo de sonido. Había micro para animar a la gente, y unos bafles inmensos que salían de mi casa, en la plaza del pueblo, para que se escuchará tanto música como nuestras coñas de «otro perrito piloto». 

Tengo un recuerdo grabado de una alargadera. Aquella alargadera era una alargadera antigua de cerámica, de esas que tenían una cabeza muy grande, y dos patas de metal, cada una de ellas con dos barras metálicas cóncavas haciendo la forma tubular para insertar dentro de ellas un enchufe. Recuerdo que el altavoz no sonaba bien. Recuerdo que era del enchufe. Una de las patas estaba un poco abierta, y el enchufe funcionaba sólo cuando hacía contacto. ¿Cuántas soluciones puede tener algo como eso? 

Recuerdo que una señora me estaba mirando. Me vio tantear el extremo de la alargadera. Me vio pensar en tocarlo. Recuerdo todavía su cara embobada mirándome. Y vio cómo, cuando descarté tocarla con la mano, me metí la pata del alargador en la boca y le pegué un muerdo para cerrarla. Recuerdo la cara de la señora después de ver las chispas y el calambrazo, y cómo se siguió quedando con la boca abierta mientras me recomponía con mi labio superior un poco dormido del latigazo. Sin decir ni pío. Menos mal que mi casa iba a 125 y que mi abuela debe haberme pasado alguno de sus superpoderes para aguantar la corriente.

Y como esas hay muchas. Épicas, la de perderme durante 4 días en una montaña con mis chavales  de los scouts, a los que llamaban desde fuera cariñosamente «la paraesculta» (éramos muchos estropeados) , y llegar todos sin un rasguño y justo en el momento en el que debíamos, después de haber bajado la ladera de una montaña un pelín complicada. O aquella vez que, teniendo todavía problemas de memoria, le eché sosa al fregadero para desatascar, y al rato volví y le eché media botella de ácido sulfúrico, montando un bonito volcán en medio de la cocina del que tengo algún que otro recuerdo para siempre en los brazos. 

Nuestras cicatrices van creciendo con los años, y van contando nuestra historia. Y también nos recuerdan que estamos vivos de milagro.