A veces las cosas no son tan fáciles como parecen. Creí que septiembre y el principio de curso iban a ser de otra forma. Que no iba a estar tan afectado. O que no iba a notar tanto el cambio.
Me equivoqué.
Me he pasado parte del verano intentando salir de mi zona de confort. He vuelto a quedar con amigos, he ido a eventos sociales, he vuelto a ver a gente a la que hacía años que no veía… he empezado a restructurar lo que debería ser mi vida de aquí en adelante. Pero eso no es lo único que he hecho. También me he estado viendo con alguien.
Al principio era algo tremendamente esporádico, pero con el tiempo se convirtió en algo habitual. Y eso, curiosamente, me ha apartado del blog. Porque no he dejado de escribir, este blog siempre ha sido mi terapia. Pero sí he dejado montones de cosas sin publicar, por que giraban siempre en torno a los dos mismos temas.
Cuando esto me pasa, siempre me pego a una canción. Y es la que comienza mi banda sonora diaria hasta que escribo del tema. Publico, y otra canción pasa a describir mi momento.
Ayer empezó el curso, y el verano ha dejado mil momentos. Mil y uno. Anécdotas. Risas. Ratos en el sofá. Series. Juegos con en enano. Y también ha sido testigo de la recuperación física y mental del que escribe. Anteayer se me ocurrió darle las gracias por todo lo que había supuesto para mí en este plano. Y cuando nos despedimos, cual amor de verano, me quedé un poco planchado.
Los sentimientos son así. Por un lado, estoy tremendamente agradecido y feliz porque alguien haya podido llegar y tocarme un poquito los sentimientos. Que me haya hecho sentir de nuevo. Tan bien, y con tanta intensidad.
Por otro, estoy fastidiado. Porque el destino es caprichoso y somos de distintas generaciones. Que diréis que ya a cierta edad no importa. Pero sí. Porque nuestras experiencias vitales nos hacen disfrutar el tiempo juntos y aprender el uno del otro. Pero estamos en momentos vitales distintos. Y eso es más difícil de salvar.
Sobre momentos vitales, escribí un artículo el domingo por la noche, después de nuestra despedida, que verá la luz otro día. Pero ahora, el verano acaba.
Volvemos a las actividades sociales. A que la gente tenga sólo los fines de semana libres, y yo tenga un evento uno de cada 2. Y volvemos al otoño. A la estación favorita de Fran. A llegar a casa y a ver vacío el sofá. A no tener a nadie a quien abrazar al llegar. A encender la chimenea sólo para el enano y para mí. A darme cuenta de lo distinto que es vivir con la persona a la que amas, y ver sólo a ratos a una persona que quieres.
Por suerte, también volvemos a la incertidumbre de cuándo tendremos tiempo para coincidir. A la ilusión de cuándo vamos a volver a vernos. Y eso despeja en parte toda la vorágine del próximo artículo.
Nuevo curso. Volvemos a la rutina. Volvemos al blog. Volvemos a los proyectos parados. Volvemos a retomar cosas que van a hacer que tenga sentimientos confusos durante mucho tiempo. Pero sólo hay un camino: hacia adelante.
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