Tengo como siempre un montón de borradores que después no son interesantes, pero la noticia de ayer fue genial. Y es que ¡nos podemos llevar a los niños a comprar!
Qué complicado es esto.
Por un lado, sabemos eso de que necesitamos eso que llaman inmunidad de grupo y que para eso la gente tiene que contagiarse (controladamente). También sabemos que no se espera vacuna hasta dentro de 12-18 meses. Y que la cosa para muchos no está nada bien. Los números no paran de subir y subir, de forma todavía no muy controlada.
43 días de encierro. Los niños quieren salir. Pero sin juguetes y sin patinete. Sin nada, porque con juguetes no serían controlables. Solo acompañando a alguien, pero no sabemos si de la mano o con correa para mantener los 2 metros de separación. Porque aunque todos pensemos que lo ideal sería que les permitieran salir a espacios abiertos, donde no tengan que tocar nada, y que allí les de un poco el sol y puedan andar y moverse, lo que van a poder hacer es acompañar a quien vaya a comprar, a la farmacia, o al banco.
Yo no sé si alguna vez habéis visto a un niño en un supermercado, pero el cuadro es curioso. Habrá que buscarle una mascarilla (spoiler: no hay, no se encuentran), guantes (spoiler: tampoco hay forma de comprar guantes desechables), y pedirle que no se agarre al carro, que no toque nada, que no se acerque a nadie, y que no se separe pero que no se acerque demasiado. Que sabemos que en los niños el virus tiene poquísima incidencia, pero son portadores y agentes de contagio, y a mí esto me ha sonado a tirar al niño en una piscina de barro y esperar que vuelva limpio a casa.
Para tomar todas las decisiones que están tomando tienen que estar teniendo en cuenta un millón de factores y no tiene que estar siendo nada fácil, pero visto desde lejos, parece que vayamos a llamar a gritos a la segunda ola.
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