4 de marzo. Sevilla. El metrocentro, con dos paradas intermedias en su recorrido, pasa a tener sólo una, cambiando la cabecera al Archivo de Indias. Se están montando los palcos de Semana Santa.
Lo del gusano ruidoso es sólo parte del principio. Principio que ya fue a finales de Enero, donde una vez por semana la calle Feria (y seguro que muchas más, pero es la que sufro y me queda cerca) queda saturada durante 45 minutos porque un grupo de personas salen a la calle a transportar vigas de hormigón por medio de la calzada. No necesitan pedir permisos. Y, además, ni avisan para que se pueda hacer una regulación de tráfico. Y, lo más grave, no te puedes bajar del autobús que espera para poder avanzar hasta la próxima parada, porque si un autobús para fuera de parada, la responsabilidad si te pasa algo (te atropellan, por ejemplo) es del conductor. Y no es culpa suya que unas cuantas personas quieran transportar vigas de hormigón y taponen la calle.
Sigue ocurriendo, y cada vez con más frecuencia. Y no parará hasta dentro de dos semanas.
Pero también hay cosas que duran todo el año. Sin ir más lejos, los ensayos de las bandas. De dos a cinco veces por semana, ensayan sin descanso. Suponemos que será imposible que se olviden de una música sin letra después de tanto ensayar, y que serán especialistas. Pero se hacen especialistas en lugares públicos, cerca de casas residenciales, y sus ensayos terminan de once a una de la mañana, según las zonas. Días laborales incluidos.
La semana que viene, el metrocentro dejará de funcionar. De Sevilla, de sus calles, desaparecerán farolas, papeleras, cabinas de teléfono y semáforos.
Y, en el mejor de los casos (y esto es mera observación de los años que llevo aquí) las farolas aparecerán a la semana siguiente. Las papeleras, con un mínimo de dos semanas de retraso. Las cabinas telefónicas suelen tardar un mes. Y algunos semáforos, como el de la Plaza del Duque (la esquina de la foto, donde está el paso de peatones), no se restituyen nunca.
Y todo es normal.
¿España laica?
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