Sevilla es una ciudad de contrastes. Contrastes tan amplios que, según a la persona que le preguntes, te describirá una ciudad completamente distinta. En esta ciudad, la experiencia que tiene uno de ella es my importante.
Os cuento un detalle de lo que es vivir en el centro. Todas las mañanas, entre las 7 y las 8, el centro de la ciudad se convierte en territorio comanche. En esta franja horaria la ciudad es un caos. Durante esta hora podemos encontrar peatones cruzando avenidas por en medio, semáforos en rojo que no se respetan, motos adelantando por mitad del carril contrario, pasos de peatones que no existen… Todo vale durante esta hora.
Cualquier acción policial durante esta hora sería inútil y sólo conseguiría crear un nuevo problema. Si en algún momento se parara el flujo de movimiento (cosa a la que ya contribuye el tranvía), sería un caos absoluto.
Sevilla también se caracteriza por el miedo policial: si alguien ve un policía, automáticamente se pone nervioso y los coches se calan, la gente se cambia de carril, suelta los móviles y la más curiosa de todas, se paran cuando les dicen que avancen, y avanzan cuando les dicen que paren, aumentando el caos.
Esto se debe, en gran parte, a que la gente entiende siempre esta normativa al revés:
Cuando el agente nos señaliza con pitidos cortos y rápidos, será indicativo de que nos detengamos. Si por el contrario la señal es un silbido largo, indicará que continuemos nuestra marcha.
Y mientras, los que intentamos cumplir las normas mínimas de seguridad vial, nos vemos avasallados, atacados por los demás vehículos, y llegamos tarde al trabajo.
Deja un comentario