Hay mañanas que son para recordar. Como por ejemplo, la de hoy.
Te tiras toda la semana levantándote tarde y llegando casi corriendo a clase (o tarde, ya puestos) la mitad de los días. ¿Por qué? Porque para levantarse a las 6:30 de la mañana (o de la madrugada, como diría mi hermana), hay que tener eso de una moral `laik` the alcoyano. Y como que va a ser que no… pues el móvil suena y suena, y yo lo apago. Desde las 6 y media, un ‘ring ring’ hasta que lo paro cada 5 minutos. Y aún así hay que levantarme con gato.
Hoy he optado por la segunda opción. He vuelto a sacar mi antiguo reloj y lo he puesto a las 6 y media de la mañana. ¡Y vaya si me he despertado! Era para verme, desesperado, intentando abrir los ojos y descubrir de dónde salía la campanita infernal. Saltar de la cama, correr hacia el despertador, y meterle el dedo en medio del martillito y la campanita ¡sin conseguir que dejara de sonar! ¡El bicho rebotaba entre mi dedo y la campana y seguía sonando!
Después de unos 20 segundos, por fin conseguí pararlo. Y sí, estaba despierto. Voy a llegar temprano a la facultad :oD.
Pero un día como hoy tiene un día anterior bastante curioso. Después de un día de correr, y correr, y correr, y de aguantar entre muchísima lluvia a los niños del malo (revolucionados por la lluvia, mi compañera ya gritando y diciendo que en éste colegio ni la paciencia servía, que estaba todo lleno de salvajes), terminé saliendo de la facultad corriendo corriendo para llegar a tiempo al cine. A ver 7 vírgenes. Y no sé si sería la película o qué, pero desde ese momento me quedé absolutamente empanado para los restos. Aparte de que salí de la película comparando a Richi con my brother, poco más.
Parada posterior en el Barón Rampante. Hacía como casi dos años que no lo pisaba. Y es una de esas cosas que te alegran: no ha cambiado absolutamente nada. Hasta el dueño sigue siendo el mismo y sigue estando igual :). Por donde hace mil que no paso es por el Bosque Animado. Viviendo en la esquina desde hace meses. Pero ya tocará.
Y seguimos con el empanamiento en el Platea. Con un té de menta, charlando y charlando. Con todos a su bola. Y nosotros a la nuestra. Es que… empanamiento total de verdad. Todo tranquiiiiiilo, relajaaaaado… Hasta la vuelta a casa. Que te encuentras con cosas como ésta:
Un tipo por la calle te pregunta por un taxi. Y le dices: «mira, por ahí viene uno». Y se encuentra con un colega suyo, y se ponen a hablar, y escuchas:
– Vente.
– No, que voy para la otra esquina de Sevilla.
– No importa, yo te llevo.
O__________o Es decir, que si vas con traje y esas cosas, y tienes amigos que van contigo a convenciones, para acercarlos te pillas un taxi y los llevas a casa, pagando tú. Qué curiosos son los ejecutivos…
Rallote total antes de llegar a casa. Para llegar y acostarte y que el despertador suene por la mañana. Y por la mañana seguir todavía con él.
¿Conocéis los cuadros de luz? Sí, esas cosas que hay por en medio de Sevilla, colgando por las paredes, a la altura de los ojos. Pues bien, si te levantas empanado, es recomendable ir mirando hacia adelante. Porque hoy uno de ellos me ha agredido :'(. Y duele :'(.
Rascándote el hombro y media cara, sigues p’alante para coger el bus, y te encuentras con una señora inmensa. Y de repente te encuentras en la otra acera a una tía que se queda con la boca abierta y los ojos desencajados mirándola. O______o.
Y para terminar, una tipa cambiándose de acera para que no fuera detrás suya, como si no tuviera otra cosa que hacer que vigilarle las posaderas.
Pero es que a ver. Si por la mañana te levantas, y lo que te pones es un pantalón de sordomudo, no sé qué esperas el resto del día…
Ni yo le estaba mirando las posaderas, ni tampoco eran como para quedarse embelesado. Pero en fin. Por lo menos ésta tenía edad de ponérselos.
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