De la revista Zero.
El 12 de octubre se cumple una década del asesinato de Matthew Sheppard, un estudiante estadounidense que encontró la muerte a manos de dos individuos que lo torturaron con saña. Matthew falleció tras una agonía de cinco días; al instante se convirtió en símbolo de la lucha por perseguir los llamados ‘crímenes de odio’. Diez años después de su muerte, Estados Unidos carece de una legislación global que persiga la homofobia asesina.
‘Optimista, dotado de un don especial para relacionarse con casi todo el mundo. Era accesible y siempre buscaba nuevos retos. Matthew sentía gran pasión por la igualdad y siempre luchó por la aceptación de la diferencia entre las personas’. La Familia y los amigos no escatiman elogios para este aplicado estudiante, que nació en Casper, Wyoming, en 1976, y destacó en el ámbito académico y personal. Su último proyecto fue mejorar su formación en la Universidad de Wyoming.
Aquella noche Matthew coincidió con dos tipos en un bar cerca de Laramie. Después de hacerle creer que eran homosexuales, Russell Henderson y Aaron McKinney le invitaron a dar un paseo en su coche. Tras atar a Sheppard, le golpearon con la culata de una pistola, torturaron salvajemente y abandonaron en un lugar oculto, para que sufriera una lenta agonía. En el momento en que un ciclista se topó con su cuerpo, dieciocho horas después, las heridas en su cuerpo le habían sumido en un coma irreversible. La cabeza de Matthew estaba rota, su cerebro había sufrido daños graves, tan graves que los médicos ni siquiera intentaron la intervención quirúrgica. Murió al mediodía del 12 de octubre de 1998, pocas horas antes de que la Policía detuviera a los criminales. Henderson y McKinney cumplen prisión de por vida, pero en la sentencia no se hace mención al móvil homófobo del asesinato, porque en el estado de Wyoming, donde se celebró el juicio, no existe una normativa sobre los llamados «crímenes de odio» cometidos por razón de género u orientación sexual.
El recuerdo de Matthew Sheppard trasciende a su familia y allegados para convertirse en una causa común de los derechos civiles en Estados Unidos. Judy, madre de Matthew, mantiene la fundación que lleva el nombre de su hijo y, como activista de los derechos LGTB, lucha por los jóvenes homosexuales. Su nombre denomina un acta que aspira a extender la figura de «crimen de odio», que hasta ahora se refiere a raza, etnia y discriminación por sexo, a orientación sexual y transexualidad. En marzo de 2007 el acta Matthew Shepard llegó al Congreso con el apoyo del demócrata John Conyers y 171 representantes. Tras el trámite del Congreso pasó por el Senado. Ante la posibilidad de que la normativa entrara en vigor, el Presidente George W. Bush ha advertido que ejercerá su derecho a veto «si la legislación llega a mi mesa».
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