Me ha resultado curioso el curso en el que estuvimos el otro día. Fue divertido e interesante. Para mí, la parte más interesante (y por la que me apunté al curso en realidad) es la de compartir el curso con @darkblue. Porque te tiras cuatro años viviendo con una persona, sabes qué hace, pero no eres consciente realmente de su visión del mundo, o de sus competencias. Me gusta el ejercicio, porque es una inmersión no invasiva en su mundo. Un paso para entender un poco mejor a la persona que tienes al lado y con la que compartes tantas cosas. Hacer que el espacio que no es común (y que todos necesitamos tener en una relación) sea un poco menos extraño.
En el curso he aprendido mucho, sin duda, y todavía quedan tres sesiones por delante. Pero como siempre, os voy a contar lo anecdótico del curso.
Cuando llegas a un curso de la Universidad y/o en el que está implicado la Junta ya sabes lo que te espera. Y tanto que no se hizo esperar.
Quiero dar la bienvenida a todas y todos las alumnas y los alumnos que asistís al curso de mediadoras y mediadores juveniles.
Nada más empezar. La primera en la frente. Cuando lo comento, me dicen que es una forma de inclusión. Otros (y otras), que es una forma de reconocimiento. Pues qué quieres que te diga, yo no lo entiendo. Quiero decir, entiendo que en algunos foros se utilicen estas barbaridades a la hora de hablar, pero que no me hablen de inclusión. Decir que tanta palabrería busca la inclusión es gritar al mundo que te sientes excluído y, por ende, ayudar al reforzamiento de las barreras existentes.
Entiendo que se utilice en los textos (y tenemos otros recursos escritos, como el todos/as). De hecho, en todos los textos administrativos nos encontramos esto (en la versión comprimida) y, al parecer, es obligatorio. Hay quien me dice que hay que utilizarlo por ley. Y yo me la imagino diciéndole a un notario «Quiero que ahí ponga que se reparte en partes iguales entre todos los hijos y todas las hijas, pero cada una de forma individual, porque tengo más hijas que hijos, es decir, que un treinta por ciento es para ellos y de ese tiene que repartirse al 50%…». Son ganas de rizar el rizo.
Sé que es un tema polémico, y que hay opiniones para todos los gustos. Por mi parte, creo que su uso está justificado por la situación, y que pecamos de abuso. En este caso concreto, por ejemplo, lo lógico habría sido utilizar el femenino en todo momento, ya que éramos 26 chicas y 4 chicos. Creo que ninguno nos habríamos sentido ni ofendidos ni excluidos, porque no teníamos ninguna razón para hacerlo.
Entiendo también el radicalismo de algunas (y algunos). Vivieron en otras épocas, con otras reglas, y costó mucho llegar al punto en el que estamos. Y, aún así, en muchos países la mujer está relegada a segundos puestos. Es el mismo temor de algunos gays que fueron perseguidos por la dictadura franquista, que a día de hoy no son capaces de reprimir el sentimiento de esconderse. Que se sienten atacados con ciertas situaciones y ciertas leyes. Curiosamente, éste es un tema que no se puede sacar y con el que no se puede comparar, porque todos te dirán que no es lo mismo. Los cojones.
Pero estamos en España. Ahora. Momento actual. Los más viejos de la clase somos @darkblue y yo, y nacimos en democracia. Somos de los que reivindicamos cosas, como todos. Vivimos acordes a unas ideas, y defendemos otras que sabemos que nos pueden condenar a muerte fuera de este país. Las llevamos por bandera. Miramos a nuestro alrededor. La mayoría de la gente que estaba en esa clase no reivindica nada más allá de su paga semanal, su derecho a emborracharse, y su derecho a hacer lo que le dé la gana.
Después de estar unas tres horas con ellos, hicimos una dinámica. En un momento dado, una chiquilla que estaba hablando se estaba trabucando mucho. Se me ocurrió decirle «puedes hablar normal, sin tanto os-as-os-as». Su respuesta me dejó con la boca abierta: «hay que usarlo porque es un paso hacia la igualdad». La chica tiene 22-23 años, y no sé de qúe desigualdades me habla.
El momento álgido del curso llegó un poco después. En una segunda dinámica, la profe animó a la chica a ofrecerse voluntaria para salir. Sus palabras para rechazar la invitación, exactas, fueron estas:
Es que las niñas somos más tímidas
Los radicalismos normalmente me encienden. Los / las radicales incongruentes me hacen tener ganas de saltar encima de la mesa, andar por encima de todos los pupitres hasta el suyo, ponerme a dos centímetros de su cara, y gritarle: «QUÉ NIÑAS NI QUÉ OCHO CUARTOS, SI TODOS Y TODAS SOMOS IGUALES«.
Cada vez que algún radical de la igualdad dice «es que los chicos / las chicas / los gays / las lesbianas somos así» un adorable conejito se clava las uñas por detrás en la cabeza y se arranca la piel a tiras. Si conoces a alguno o a alguna, dile que ningún radicalismo es bueno (por muy justificado que crean que esté) y que por favor, sean coherentes en vez de utilizar el «haz lo que yo digo pero no lo que yo hago«. Porque no hace falta ser radical. La educación en valores funciona, y puedes predicar con el ejemplo. El problema es que quien la aplique tiene que ser un ejemplo sólido para los que tienen que aprender. Y es mucho mejor fumar marihuana e irse de botellón (o botellona) por las noches.
P.S.: La variable género terminó siendo una coletilla al final de cada sesión. «Y todo esto lo tenéis que hacer desde la perspectiva de género».
Deja un comentario