Este mes hemos pagado tres multas.
La primera, una de la que presentamos alegaciones y que ha tenido una respuesta absurda. Básicamente la resolución ha sido «tienes razón, pero es tu palabra contra la mía, y en ese caso gano yo». Y ha sido dolorosa por eso.
La segunda, por tener el control de crucero puesto en una cuesta abajo. Cuidado con eso, si el coche se acelera y hay un disco, a los 15 días hay que pasar por caja.
Y la tercera… ¡Ay la tercera!
Hospital. 9 de la noche. Urgencias. Llegamos. Entra el enfermo. Al bajar del coche, con las prisas y la tensión y todo eso, al dejar el estrés me da el bajón. Un celador lo coge, y lo aparca. En la zona de las ambulancias. Le pone un cartel diciendo que estamos en urgencias. Pero la multa nos la han puesto 2 minutos después de que ese hombre lo aparcara. Sin papel. Sin aviso. Sin nada.
Te alegras después, por supuesto, de no haber movido el coche a mitad de visita al parking. Habrían supuesto 12 euros más, además de la multa, que ya estaba puesta aunque sin papel. Ya haber pagado doble habría sido de traca.
Y es que el parking del hospital es siempre lo mismo: 12-14 euros en la visita mensual que nos duele como si nos atracaran por la calle. Porque se supone que podemos llamar a una ambulancia para el traslado, pero intentamos no tirar de recursos públicos si no es estrictamente imprescindible. En este caso, portarse bien se castiga con multa triple.
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