Cuando pensamos en una actualización de software, siempre pensamos en nuestro sistema operativo, o en nuestro móvil. Los que trabajamos en tecnología, también nos preocupamos del software con el que trabajamos a diario , aunque cada día menos, porque cada vez más existen suscripciones mensuales que nos ahorran quebraderos de cabeza. Y nos preocupamos de tener actualizados nuestros sitios webs, y los paneles…
Pero hay actualizaciones que pueden ser críticas. La actualización de un banco, por ejemplo. O, en estos días, la actualización del software de Boeing. Un error en la lectura de los sensores parece ser la causa de que el avión eche el morro hacia abajo. Y hace dos días, otro avión se clavó en el suelo, destrozándose por completo y sin dejar supervivientes.
Tener a gente bien formada y especializada es un requisito importante. Pero, sobre todo, no os olvidéis de invertir un extra de tiempo (y de dinero si sois los clientes) en testear el software. Puede salvaros de muchos problemas posteriores.
El otro día en una conversación estuvimos recordando un episodio de hace unos meses que nos hizo mucha gracia (a posteriori).
Estábamos en el Carrefour de Camas, buscando aparcamiento. En un momento dado, nos encontramos con que, cuando íbamos a girar, un coche que venía en sentido contrario se nos abalanzó mientras que la señorita que iba dentro nos señalaba con el dedo. En ese momento, el coche se puso a pitar como si no hubiera mañana. Miramos al coche. Dentro, dos prototipos de canis (cani él, juani ella –también llamada choni–). Y la juani nos empezó a gritar como una posesa «¡mira lo que le has hecho a mi coche!». Uf, pintaba serio.
El segundo cani más famoso de la blogosfera
No me gusta utilizar tópicos porque creo que no suelen definir a las personas, pero para este caso concreto, nos encontramos con los prototípicos canis, así que para la descripción viene que ni pintado.
El caso es que nos bajamos del coche, mientras que la juani no paraba de gritar. «¡Mira lo que le has hecho, mira lo que le has hecho!». Curioso, cuanto menos, que le hubiéramos hecho un roce a su coche a la altura de una furgoneta, sobre todo cuando ni siquiera nos habíamos rozado. Empezaba mal el plan para arreglar los golpes de su coche por la cara, aunque aún no lo sabía.
Episodio 1: no me grites
Estas chicas de hoy en día… resulta que se creen que si su novio está hablando contigo en la calle y ella está dentro del coche, está protegida y puede insultarte tanto como le venga en gana. Ah, error. Un «¡a mí no me levantes la voz!» por la ventanilla y un «o la controlas tú o le suelto dos frescas» simultáneos hacen que la juani gritona se amilane.
Episodio 2: a ver qué te he hecho
No os lo vais a creer. Por acción del empuje del viento al pasar por su lado le habíamos dejado marcas de pintura rojas por un lateral (nuestro coche es gris) y le habíamos dejado dos señores bollos a 15cm por encima de nuestro parachoques. El ki y el chi de nuestro coche es brutal. No lo voy a cambiar nunca. No hay quien se nos acerque.
Episodio 3: si nos ponemos así… arréglame también el mío
En fin. Si hay que rellenar papeles, vamos a hacerlo bien. Si vas a poner que te he destrozado el parachoques, en mis observaciones voy a poner que no te hemos rozado, pero que si quiere que le arreglemos el coche gratis, que de paso nos arreglen también el nuestro en la zona del supuesto golpe.
Rellenamos primero nuestra parte, después ellos rellenaron la suya, y nos repartimos las copias.
Episodio 4: el colegio sirve para algo
Ah… la gente que piensa que la educación no es importante. Alguna vez hemos visto a alguna compañera en la facultad, o en el instituto, que a día de hoy con todos los años que tienen a la espalda no han tramitado un papel en su vida. Son mamá o papá los que se encargan de arreglarle el papeleo. Y claro, pasa lo que pasa. Que al rellenar su parte del parte, escriben sin querer que la culpa es suya. Animalitos.
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