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Creativos

Clandestinas

Y mientras la libertad de las mujeres está en juego, el Papa amigo de los pobres le susurra al oído a Rajoy que la ley de plazos no puede mantenerse, y los obispos se atreven con declaraciones imaginativas, como esta última del obispo de Alcalá que ha informado de que existe una conspiración mundial para disminuir la población en la que participan desde la ONU a todas aquellas ONG que ayudan a la infancia desamparada, pero en plan tapadera.

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Lifestyle Personales

El vacío está bajo nuestros pies

Nos costó trabajo. Mucho. Mucha calle, mucho quejarse, mucho discutir. Costó demostrar cosas. Costó que la gente las viera.

Hoy, Álex de la Iglesia comenta en El País cuál es el futuro de la industria cinematográfica. Alguien mira en positivo hacia el futuro ;o)


The void is under our feet

It took work. A lot. Discussions. Proving things. Proving them that they are wrong.

Today, Alex de la Iglesia has been talking in El País about which is the future of the film industry. There’s people looking positively toward the future ;o)

(Se lo vi a @dbravo y a @susan_caballero).

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Mundo 2.0

Mañana estoy de huelga (o Porque los reyes magos no existen)

Me he quedado muy sorprendido. Ya sé cómo funcionan las cosas en este país. Aún así, no dejan de sorprenderme cada día de un tiempo a esta parte.

Lo último ha sido lo de Nacho Vigalondo. Algo que ha terminado en su salida de El País y en la cancelación por parte del diario de su campaña publicitaria.

Estos últimos meses, en España, he ido sintiendo como si me fueran contando, sobre muchos temas, que los Reyes Magos no existen, derrumbando todo lo que creía o pensaba.
Hay que tener en cuenta que no soy ningún iluso. Wikileaks sólo nos confirmó cosas que ya sabíamos en muchos casos, nada que ver con el efecto Reyes Magos real. Han sido muchas otras cosas las que han llamado la atención. Como la descarada vendida que hemos tenido antes los Estados Unidos, manteniendo lo imposible de mantener, sin ser capaces de razonar.

Tengo amigos que trabajan en El País. Que no son responsables (espero) de este movimiento en el que se ha desmitificado totalmente para mí. Los Reyes Magos no existen. Y parece que el periodismo crítico, independiente y de calidad va perdiendo terreno a pasos agigantados en nuestro país.

Hoy he dejado de seguir a @el_pais. Mañana me declaro en huelga, y no abriré ninguno de los medios online de Prisa. Un pequeño granito de arena. Me sentiré mucho mejor haciéndolo.

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asides Lifestyle

«No me hice gay, nací gay»

Artículo en El País para todo aquel al que le interese.

No me hice gay… ¡Nací gay!

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Creativos

Un facha de siete años

Hay artículos que conviene reproducir. Porque quizá alguien se lo perdió en su momento, y hay cosas que conviene guardar.


UN FACHA DE SIETE AÑOS por Arturo Pérez-Reverte
EL SEMANAL

Me interpela un lector algo –o muy– dolido porque de vez en cuando aludo a España como este país de mierda. El citado lector, que sin duda tiene un sentimiento patriótico susceptible y no mucha agudeza leyendo entre líneas, pero está en su derecho, considera que me paso varios pueblos y una gasolinera. Le extraña, por otra parte, y me lo comunica con acidez, que alguien que, como el arriba firmante, ha escrito algunas novelas con trasfondo histórico, y que además parece complacerse en recuperar episodios olvidados de nuestra Historia en esta misma página, sea tan brutal a la hora de referirse a la tierra y a los individuos que de una u otra forma, le gusten o no, son su patria y sus compatriotas.

La verdad es que podría, perfectamente, escaquearme diciendo que cada cual tiene perfecto derecho a hablar con dureza de aquello que ama, precisamente porque lo ama. Y cuando abro un libro de Historia y observo ciertos atroces paralelismos con la España de hoy, o con la de siempre, y comprendo mejor lo que fuimos y lo que somos, me duelen las asaduras. Aunque, la verdad, ya ni siquiera duelen Al menos no como antes, cuando creía que la estupidez, la incultura, la insolidaridad, la ancestral mala baba que nos gastamos aquí, tenían arreglo.

La edad y las canas ponen las cosas en su sitio: ahora sé que esto no lo arregla nadie.

España es uno de los países más afortunados del mundo, y al mismo tiempo el más estúpido. Aquí vivimos como en ningún otro lugar de Europa, y la prueba es que los guiris saben dónde calentarse los huesos. Lo tenemos todo, pero nos gusta reventarlo. Hablo de ustedes y de mí. Nuestra envilecida y analfabeta clase política, nuestros caciques territoriales, nuestros obispos siniestros, nuestra infame educación, nuestras ministras idiotas del miembro y de la miembra, son reflejo de la sociedad que los elige, los aplaude, los disfruta y los soporta. Y parece mentira.

¡Con la de gente que hemos fusilado aquí a lo largo de nuestra historia, y siempre fue a la gente equivocada! A los infelices pillados en medio. Quizá porque quienes fusilan, da igual en qué bando estén, siempre son los mismos.

Pero me estoy metiendo en jardines complejos, oigan. El que quiera tener su opinión sobre todo eso, acertada o no, pero suya y no de otros, que lea y mire. Y si no, que se conforme con Operación Triunfo, con Corazón Rosa o con Operación Top Model, o como se llamen, y le vayan dando.

Cada cual tiene lo que, en fin, etcétera. Ya saben. Por mi parte, como todavía me permiten y pagan este folio y medio de terapia personal cada semana –es higiénico poder morir matando–, me reafirmo un día más en lo de país de mierda. Y lo voy a justificar hoy, miren por donde, con una bonita anésdota anesdótica. Una de tantas.

Verán. Un niño de siete años, sobrino de un amigo mío, observando hace poco que varios de sus amigos llevaban camisetas de manga corta con banderas de varios países, la norteamericana y la de Brasil entre ellas –algo que por lo visto está de moda–, le pidió al tío de regalo una camiseta con la bandera española. «Van a flipar mis amigos, tito», dijo el infeliz del crío.

Según cuenta mi amigo, el sobrinete bajó al parque como una flecha, orgulloso de su prenda, con la ilusión que en esas cosas sólo puede poner una criatura. A los diez minutos subió descompuesto, avergonzado, a cambiarse de ropa. El tío fue a verlo a su habitación, y allí estaba el chiquillo, al filo de las lágrimas y con la camiseta arrugada en un rincón. «Me han dicho que si soy facha o qué», fue el comentario.

¡Siete años!, señoras y caballeros. La criatura. Y no en el País Vasco, ni en Cataluña, ni en Galicia. ¡En la Manga del Mar Menor! provincia de Murcia. Casualmente, y sólo una semana después de que me contaran esa edificante historia infantil, otro amigo, Carlos, gerente de un importante club náutico de la zona, me confiaba que ya no encarga polos deportivos para sus regatistas con el tradicional filetillo de la bandera española en las mangas y en el cuello. «En las competiciones con clubs de otras autonomías –explicó– están mal vistos.» Dirán algunos que, tal y como anda el asunto, podríamos mandar a tomar por saco ese viejo trapo (nuestra bandera) y hacer uno distinto.

Al fin y al cabo sólo existe desde hace dos siglos y medio. Podríamos encargarle una bandera nueva, más actual, a Mariscal, a Alberto Corazón, a Victorio o a Lucchino. O a todos juntos. Pero es que iba a dar igual. Tendríamos las mismas aunque pusiéramos una de color rosa con un mechero Bic, un arpa y la niña de los Simpson en el centro; y en las carreteras, el borreguito de Norit en vez del toro de Osborne.

El problema no es la bandera, ni el toro, sino la puta que nos parió.

A todos nosotros.

A los ciudadanos de este país de mierda.

(Recogido de la lista de correo de guaynot)